SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2008

número 1
ISSN: 1988-9607
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ENTREVISTA A JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE

Ana Castro, Nieves Marín y Lisset Boza
Alumnas de 2º Bachillerato

P: Por eso mismo, en ocasiones, cuando se vive más, más intensamente, se escribe menos.

R: Claro. La escritura no deja de ser un sucedáneo de la vida. Hay que disfrutar de los momentos plenos de verdad. La escritura, aunque sea nuestra vida, aunque nos guste escribir, no deja de ser un sucedáneo. No hay que llevar el amor por la literatura al extremo.

P: ¿Y los momentos de inspiración? ¿Cree en las “musas”, su poder creativo como guía del escritor?

R: A mí me ha venido mucha inspiración en la playa. Nunca me ha atraído mucho el sol porque yo, cuando era joven, era muy moreno, al hacer más deporte y estar continuamente al aire libre. Pero, cuando voy a la playa, me tiendo en la arena y siento el ruido del mar, me da una sensación… Siempre escribo un poema. No es que sea inspiración sino las sensaciones del momento, muy propicias para escribir.
Aún así, la inspiración es importante, pero yo creo en el trabajo. La inspiración existe pero no como musa que llama e incita a escribir, sino como estado de ánimo, como plenitud del corazón. Hay momentos en los que es primavera o es invierno y estás dentro de una casa, lloviendo y te sientes bien contigo mismo y dices “voy a escribir algo”. Para mí la inspiración es eso, no es algo que aparece de repente, sino un momento concreto en el que te sientes de una determinada manera y quieres perpetuarlo de alguna forma.

P: Aunque sea un aspecto meramente humano, el afán de inmortalidad siempre se le ha atribuido especialmente a los escritores, constituyendo un cliché. Rechazando esta idea, has llegado a decir: “Tengo una cosa clara, que aunque se nos vaya la vida escribiendo, como decía Cernuda, lo que es cierto es que si dejamos de hacerlo, la vida sigue igual y nadie se va a acordar de nosotros”. ¿Consideras que son presuntuosos los escritores en su afán de buscar la inmortalidad a través de sus palabras?

R: La verdad, si te soy sincero, hace mucho tiempo que la inmortalidad dejó de preocuparme y, mucho menos, que mis libros queden o no queden. Eso lo he aprendido yendo a librerías de viejo. Aquí, en Córdoba, hay una cerca de la Corredera donde he encontrado verdaderas joyas. Allí se encuentran libros que están agotados, descatalogados, que ya no se encuentran. Es una gran cura de humildad para un escritor, sobre todo para un escritor de éxito, ir a una librería y ver lo que es la literatura. La literatura es que dentro de treinta años tus libros están a precio de saldo, pero están ahí, y es un milagro que estén. La inmortalidad es vivir para siempre y eso debe de ser agotador. Yo, por mi parte, prefiero vivir con intensidad, disfrutar de mis libros y que la gente los disfrute. Es un planteamiento muy básico pero es el que tengo. Además, cuando yo me muera, habrá otros tantos que escriban mejor que yo.

P: Aún así, el escritor, a través de sus palabras, busca perpetuarse en cierta forma. Entonces, ¿para quién se escribe?

R: Uno escribe para los demás y para sí mismo. Uno escribe para sí mismo siempre pero, en el momento en que lo lee en voz alta, ya lo está haciendo para los demás. Tú puedes escribir un poema maravilloso y no enseñárselo a nadie, entonces lo estás escribiendo para ti. Sin embargo, si ese poema se publica y alguien lo lee, está expuesto a los demás. Es una cuestión de comunicación.


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