SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2008

número 1
ISSN: 1988-9607
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ENTREVISTA A JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE

Ana Castro, Nieves Marín y Lisset Boza
Alumnas de 2º Bachillerato

P: ¿Tú te consideras un romántico?

R: Un poco sí, la verdad. Tengo dos vertientes: una más oscura, con toque más canalla y nocturna, y otra con toque más romántico, aunque intento convivir con las dos. España vive un romanticismo bastante templado con Zorrilla y Larra, por lo que, en cierto sentido, todo escritor es hoy en día un poco romántico. Jaime Gil de Biedma decía que los dos grandes temas de sus poemas eran el paso del tiempo y él; pero, el paso del tiempo ¿qué es? Es acordarse de lo pasado: la infancia, la adolescencia, el primer amor… En definitiva, echar la mirada hacia atrás, lo que tiene un toque de romanticismo. Teniendo en cuenta que la escritura es un ejercicio de memoria convertida en palabras o en ficción, la evocación de un tiempo perdido conlleva un toque romántico siempre.

P: Hablando de romanticismos, hay una definición del amor que dice “El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, cinco besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso y ningún beso”. ¿Cuál es tu idea del amor?

R: Mi abuela o mi madre, porque es el amor más desinteresado que he conocido. Las relaciones de pareja, desengañémonos, son relaciones de poder: hay uno que manda y otro que obedece, mientras que la relación que se mantiene con tu abuela, tu madre o tu tía favorita es una relación en la que, aunque la otra parte esté equivocada en ciertas ocasiones, sabes que te quiere y mira por tu bien. Eso es el amor puro. Bueno, yo tengo una relación de pareja con la que disfruto y soy muy feliz, pero sí es cierto que en todas las relaciones de pareja hay un “amante” y un “amado”, un “activo” y un “pasivo”, una jerarquía. De todas maneras, el amor es lo que mueve el mundo y de eso estoy convencido: el amor nos salva de toda la mezquindad, del dinero, del interés más rastrero, de la traición… No me cabe ninguna duda.

P: Ya que estamos hablando de grandes ideales, acerca de la libertad has mencionado: “La literatura siempre ha sido el territorio de la libertad, y esa libertad es escribir poesía, novela, relato, artículos, canciones si se tercia.” Pero, ¿existe la libertad realmente?

R: En mi caso, hablando en términos de creación, sí. En ese sentido, yo siempre he escrito lo que he querido y he ido publicando sin demasiada dificultad. Nunca he ido escribiendo nada pensando en que fuese a gustar, sino en lo que me gustaba a mí. Y por eso he escrito. Yo tenía otras posibilidades vitales y profesionales pero escogí ser escritor porque me sentía llamado a ello. Así, cuando uno desecha otras opciones profesionales para ser escritor, como es mi caso, sólo puedes hacerlo por una gran fe en lo que te gusta. En ese sentido, sí que me siento muy libre y escribiendo columnas de opinión en prensa también. A veces esa libertad pasa factura porque unas veces criticas a unos, otras veces te metes con otros, y luego llegan los palos, pero son palos menores, que apenas escuecen, pero que son fruto de la libertad de no estar encuadrado en nada. Esa libertad merece la pena. Por el contrario, si hablamos en términos vitales… En la vida uno no es libre del todo; la vida es ya otra cosa.

P: ¿Hay una gran influencia entre su faceta como escritor y como periodista? ¿Accedería a elegir si se viese forzado a ello?

R: Sí, escogería aquella en la que me pagasen más (risas). Ambas son complementarias. A fin de cuentas, yo no soy periodista, jamás he estado trabajando en la redacción de un periódico. He escrito columnas de opinión en prensa, que redacto en casa y envío por correo electrónico. Además, el periodismo es una gran escuela para el escritor, pero que hay que mantenerla un poco a raya para que no se involucre demasiado, porque se trata de lenguajes diferentes. Cuando yo escribo columnas en prensa tengo claro que el lector está a las doce de la mañana haciendo un descanso en su trabajo, tomándose un café y fumando un cigarrillo en el bar de al lado de la oficina, es decir, no está haciendo una lectura profunda. O sí, porque a lo mejor, en lugar de leerla en ese momento, puede que la lea al llegar a casa. De cualquier manera, no es la lectura de alguien que esté leyendo una novela. Entonces, la columna debe tener ese tono de ligereza verbal que tiene el café que se toma a media mañana. Tiene que comentar la información del día, en ese sentido tienes que tener olfato para saber cuál es el tema del día. De cualquier manera, es algo que se hace con prisas. Como máximo, se le debe dedicar a la escritura de una columna una media hora. Sin embargo, con una página de una novela es diferente, se le puede dedicar todo un día, porque la lectura y el lenguaje son diferentes. Aún así, el periodismo y la escritura son paredes contiguas, vasos comunicantes.


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