SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2008

número 1
ISSN: 1988-9607
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TEXTOS DE LOS ALUMNOS DE LA VI MUESTRA DE NARRATIVA

MUESTRA DE NARRATIVA DESDE EL AULA I.E.S. “SÉNECA”

MICRORRELATOS

IRENE SÁNCHEZ CEBALLOS (4º ESO)

Título: “Viaje”
Hace tiempo que partió, pero sigue caminando incansable a su objetivo. El sudor recorre su rostro sereno desde la frente hasta la barbilla. Sus pies doloridos reclaman un barreño con agua tibia y sus piernas fatigadas, un asiento; no obstante, continúa como si tuviera la misma energía que al principio. Recorre bosques de abundante vegetación, atraviesa pantanos, cruza desiertos áridos, sube laderas y montañas… y todo por llegar a su objetivo. Su único mapa es su corazón y su vehículo la insistencia. El sol quema y deslumbra cada vez más. Desea acabar con el sufrimiento, pero considera que debe cumplir su objetivo.
Pese a la dureza del viaje, por el camino encuentra cosas sencillas, pero muy gratificantes, como la belleza del paisaje, la rica miel que roba de los panales y el olor de hermosas flores. Cada paso que da le hace saber que en cada momento falta menos para llegar. Se para a beber en un lago y continúa su ruta; pero, de repente, se encuentra con un obstáculo que no esperaba. Es el más duro de todos los que se le han presentado.

LUCÍA LÓPEZ ZURITA (1º BACHILLERATO)

Título: “Tampoco estaba muerto"

Cuando vio la carta debajo de la puerta supo que algo debía haber pasado. Las cartas se escriben con la intención de comunicar algo a alguien: espero que estés bien, le cortaremos el agua si no paga los recibos, te juro que te he echado de menos.... Sin embargo, aquella carta de la puerta era extraña, tan sumamente extraña que mirándola no pudo evitar contener el aliento. Otra carta, otra más que se sumaba al enorme montón de cartas de encima del armario. ¿Qué sería esta vez?, se preguntó. “Ojalá contestes”, “ojalá que vuelvas”, “ojalá que sigas vivo”. Ojalá, ojalá.... pensó él. Lo único que sabía aquel fantasma a ciencia cierta era que no estaba vivo. Tampoco estaba muerto. Estaba justo en la línea que separa ambos estados. “Y ella está decidida a decidirme a tomar uno”, pensó aquel hombre que, pese a su esfuerzo, no había olvidado.

ANA CASTRO VALERO ( 2º BACHILLERATO)
Título: ¿Jugamos?

“Hay corazones que al latir hacen pum-pum pum-pum y otros que suenan parecido a esto: pum-shh pum-shh”- solía decir su amiga Marta a menudo, aunque él todavía no había sido capaz de descifrar el sonido del suyo. Aún así, de poco valía identificar el sonido del mecanismo que le daba cuerda siendo incapaz de dar un paso más allá de la puerta de casa o de inclinarse dos centímetros más que de costumbre por la ventana. Prefería un absurdo catálogo de locuras en casa a enfrentarse a rostros ajenos, tráfico, gritos, ruidos, obras, colores. No se pude comenzar a vomitar miedos sin tener confianza en que continuaban existiendo los sueños. Esa extraña palabra era la culpable de todo: “agorafobia”, lo llamaba la psicóloga de veintitantos a la que estaría dispuesto a seducir si no hubiese tantos fantasmas devorándole tras cada pisada.
Sonó el timbre, consiguiendo poner orden y silencio en su cabeza. Tuvo que acercarse a los límites falsamente acordados que marcaban su territorio, la línea que separaba su mundo de todo lo demás, pero suspiró aliviado al ver que era Marta, la del pum-pum del corazón.
-Jugamos a piedra, papel o tijera y, si gano yo, me corto el pelo –se atrevió a insinuarle ella.
-¿Cómo?
-Sí, sí. Aún no he terminado de contarte el plan: si gano yo, me corto el pelo; si ganas tú, aceptas la máquina de fabricar sueños que traigo en esa bolsa, cierras los ojos y aprobamos a asomarnos al balcón. No subestimes mi poder como perdedora. ¿Jugamos? Venga, a la de tres: una, dos… ¡tres!

NIEVES COBOS MARÍN (4º ESO)

Título: “Tiene narices la obsesión”

Siempre me han llamado la atención las narices de la gente. Considero que es un miembro que otorga gran personalidad a la cara y que define su perfil. Hay narices chatas, puntiagudas, alargadas, anchas, prominentes,… y así hasta un sinfín de adjetivos. Meses atrás descubrí la Fórmula 1 y se ha convertido en mi deporte favorito por razones que, ahora y en este texto, no vienen al caso, pero sí conviene mencionar a un piloto y, en especial, a su nariz. Es pequeña, redondeada, con diminutos orificios y con tendencia a sonrojarse si se enfría. En esos instantes, la cara permanece blanca, propia de los países nórdicos de los que procede, mientras que la nariz adquiere un tono entre rosado y rojo. Hasta hace poco, su nariz no me había inquietado, era una más en la que me fijaba por su singularidad, pero apareció él, mi primer amor de adolescencia y, curiosamente, posee la misma nariz, igual peculiaridad a la hora de sonrojarse (aunque él es bastante moreno de piel) que el piloto al que admiro y que supongo será uno de esos famosos que en años venideros describiré como mi amor soñado e imposible, ese que todas tenemos alguna vez. Al principio no me percaté del parecido de sus narices, ya que mi amor adolescente suele tapársela con el cuello del chándal, mas ahora que se la he visto no puedo dejar de pensar en la similitud que tiene con la del piloto. Son gemelos de narices. Cuando empecé a reflexionar sobre esto, incluso llegué a la idea de que me había enamorado de una nariz, pero entonces lo observo y sé que es falso. O miro al piloto y sólo sé que me atrae su maestría al volante y su belleza. Aún así no consigo quitarme esta estupidez de la cabeza. Soy consciente de que es algo absurdo, algo muy absurdo y a la vez inmensamente obsesivo. Una de esas tonterías que, como repares en ellas, jamás te abandonan. Y, tras darle vueltas y más vueltas, a la conclusión más sensata a la que llego es que necesito ir a un gran premio de Fórmula 1 y conocer al piloto o, más bien, a su nariz.

LISSET K. BOZA BUENAÑO ( 1º DE BACHILLERATO)

Título: “María y su difunta abuela”

Eran las tres de la mañana. El día anterior había sido muy largo. María, de seis años, oyó una voz familiar en el salón, quiso acudir a ella, pero no se atrevió. Atravesar en la oscuridad el inmenso pasillo que separaba su habitación le producía un gran temor.
La voz cada vez era más cercana, y las paredes parecían retumbar. Impaciente, esperaba respuesta; y entonces, de la nada, como una centella de luz, apareció ella: su abuela. ¡Era ella!, la persona que más quería no se había ido de viaje como le habían contado sus padres… ¡Estaba ahí, junto a ella, simplemente la abrazaba!


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