SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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LA GEMA NEGRA

Gonzalo Santos Moreno
Alumno de 1º de ESO B





Sí, se había quedado dormida como un lirón. ¿Era posible que todos se hubieran ido y ella se hubiera quedado sola en aquella butaca abandonada? Nadie, no había nadie. Ni luz eléctrica, si no era la tenue luz de emergencia que alumbraba los pasillos. De repente, una sombra se abalanzó sobre ella y... ¡buum!

A la mañana siguiente, con unas ojeras que le llegaban hasta el suelo, se levantó y salió al porche. Allí se encontraban sus tíos —ella era huérfana— desayunando huevos fritos con bacon. Arya se preparó un vaso de leche con un cruasán. Sus primos estaban jugando cerca del bosque. Se fijó en ellos durante unos minutos, y se dio cuenta de que el más pequeño faltaba. Se lo dijo a su tía y, con tono desagradable le dijo:

— Arya, más vale que encuentres a tu primo, o te verás en el sótano durante un mes.

Y así lo hizo, se vistió y, enseguida, se adentró en el bosque con la finalidad de encontrar a su primo.

Ya anocheciendo, oyó un estallido y salió corriendo hacia un claro, donde la hierba estaba quemada formando un círculo, en cuyo centro había una gema negra. Ella cogió la gema y volvió a casa. En el camino se encontró con su primo pequeño, Birgit. Con una gran felicidad volvieron juntos a casa.

Al llegar a casa, Arya guardó la gema en la buhardilla (su cuarto), para que sus tíos no la descubrieran y se la llevaran. Por supuesto, Birgit no les diría nada.

Por la noche, a eso de las 12:00, se despertó por culpa de unos ruiditos, que provenían de la gema. Se fijó en el extraño objeto, ¡se estaba haciendo cachitos! De ella salió un pequeño lagarto alado de color negro. La niña se dispuso a tocarlo y, al hacerlo, una pequeña onda expansiva se originó desde aquel roce. Además de la onda, en su mano, se marcó un símbolo: GN. Arya se dio cuenta de que era nada más y nada menos que un dragón. Fue a la cocina , cogió un poco de leche y la puso en una bota de tela para que el dragón pudiera beber. Pero el dragón escuchó un ruido que provenía de un ratón.

— Mira! Ya no habrá problemas con los ratones —dijo Arya—. Espero que no crezcas mucho.

A la mañana siguiente, Arya llevó al dragón a una pradera para enseñarle a volar.

— Vamos, vamos! ¡Tú puedes hacerlo!

El dragón consiguió volar, pero Arya veía que el dragón se iría para siempre, así que se puso, con mucha pena, rumbo a casa.

Arya, ya en el camino, oyó un estruendoso trueno, y, a continuación, un pequeño temblor en la tierra. El dragón había vuelto, solo cue 10 veces más grande.

— Has vuelto —gritó Arya.

— Efectivamente, Arya —le dijo el dragón mediante el pensamiento.

— Tú sabes mi nombre, dragón, pero yo no sé el tuyo.

— Perdóname. Mi nombre es Anhûin, jinete de dragón Arya Stiv-kona, y tu vida va a cambiar.


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