SE DIRIGIÓ AL PASILLO DEL FONDO...

Sí, se había quedado dormida como un lirón. ¿Era posible que todos se hubieran ido y ella se hubiera quedado sola en aquella butaca abandonada? Nadie, no había nadie. Ni luz eléctrica, si no era la tenue luz de emergencia que alumbraba los pasillos de aquel inmenso lugar; parecía una pesadilla pero era real. Sin pensárselo dos veces, se levantó rápidamente, asustada y pálida, salió de la sala y se dirigió al pasillo del fondo.

En aquel momento recordó que a tío Nicolás le hacía falta que le ayudaran en el cine, porque uno de sus acomodadores se había puesto enfermo y ella se ofreció a ayudarle. Pero lo que no comprendía Clara era por qué no había nadie allí.

De pronto se oyó un murmullo detrás de la puerta del pasillo. Clara corrió, abrió la puerta lentamente y entró. Entonces vio a su tío Nicolás hablando con un hombre alto y delgado de aspecto no muy simpático. Parecía que estaban hablando de algo importante; ella se acercó con una sonrisa, saludó educadamente y esperó a que terminaran la conversación. "¿De qué estarán hablando? ¿Habrá sucedico algo grave? —pensó Clara—. Después de esperar unos minutos, el hombre se marchó. Su tío se acercó a ella con cara de preocupación y ella le dijo:

— Tranquilo, tío, yo te ayudaré a salvar el cine. Conozco a mucha gente que también nos ayudará.

Su tío sonrió y le dijo que eso no sería posible, pero que por probar no se perdería nada.

Clara conocía a un chico que trabajaba en una conocidísima discoteca de Madrid. Le explicó el problema y el chico le dijo que la publicidad sería gratis. Llamó a un montón de amigos sabiendo que entre todos podrían conseguirlo. Al cabo de unos meses, el cine se convirtió en un sitio muy conocido. Incluso vinieron famosos a estrenos de películas y todo se solucionó en poco tiempo.