SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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Vídeos de Philip Scott Johnson

REMBRANDT Y VAN GOGH

Imágenes de los autorretratos de los pintores holandeses Rembrandt (1606–1669) y Vincent Van Gogh (1853–1890) tratadas con ’morphing’, acompañadas de música y sendos poemas acerca del universo creativo de cada uno.

Selección de imágenes y textos de Eugenio Alemany
Profesor: Depto de Lengua Castellana y Literatura

[*REMBRANDT
1606 – 1669*]

Rembrandt f.1669

Casi a punto de soltar la vida,
muerto el fantasma de sí mismo,
Rembrandt observa su último rostro
que separa uno a otro espejo.
En torno de su cara avejentada
se ha hecho pared la sombra oscura
y se forma un reino que no es suyo,
en el que morará como una imagen.
El hombre triste con el turbante gris,
que ciñe el largo pelo que cae sobre sus hombros,
¿es el artista Rembrandt que mira al hombre Rembrandt
o es el hombre vivo que contempla al artista?

Homero Aridjis
Imágenes para el fin del milenio (1986).


[*VINCENT VAN GOGH
1853 – 1890*]

Antonin Artaud escribe sobre el artista Vincent Van Gogh

Cómo escribir cartas a los muertos
Cómo despertarlos cómo sentir
su respiración luminosa y el oro de su sangre
indignada tibia tumultuosa
Dos almas que se queman
en el amor, en la inteligencia
Dos teas ardientes –vivas– en la oscuridad
Un huerto, un jardín en la luz de Dios
y un cuerpo que cae en el vértigo de Su ausencia
Antonin Artaud escribió un texto sobre Vincent Van Gogh
Durante años lo escondí sin leerlo
como un talismán
Es desconcertante y natural
y también inaudito
Natural, porque avanza con la fuerza
–caudalosa y difícil– de la verdad
Inaudito, por la misma razón
Dice Artaud
todo lo que es necesario saber
sobre Van Gogh
para sentir el vivo manantial de su alma
la transparencia incandescente de su oración
la pureza imposible
de sus límites
de sus fronteras inexistentes con el mundo
El texto es mucho más que perfecto
es la única lección honesta que un hombre
nos puede legar
No es un ensayo ni crítica de arte
ni literatura
simplemente ocupa su lugar
la desplaza –dice Pellegrini
No se puede ser más claro más directo
más fecundo. No se puede amar más.
Artaud defiende con ira
la llama que vive en Van Gogh
contra la crueldad que nada salva
contra la petulante psiquiatría –fría
y bestial– porque cree normal la entrega
y el decaimiento
porque es tolerante y equívoca
paternalista y cobarde y una mancha oscura
y sin genio sin ardiente nobleza
sin delirante amor
por quienes no pueden contener las lágrimas
ante el horror o el paraíso
Contra todo lo inhumano Artaud se levanta iracundo
lúcido diáfano turbulento
como el agua que hierve
Sabio y sereno dice de Van Gogh –amigo mío–:
“devolvió el agua de la pintura a la naturaleza”
También señala el arma que lo hirió
de muerte: “aquellos que un día dijeron:
Y ahora basta, Van Gogh; a la tumba”.
Y compraron su alma, su infinito y sus huesos
Su palabra es turbia, luminosa
incesante, siempre amenazada
siempre en combate o conmovida
suave ante la grandeza, ante la súplica
ante el incendio de esa noche dulce y terrible
que es toda alma.
Artaud denuncia
el cadáver lujurioso y ávido de la realidad
gentes instituciones un mundo en subasta
“Crápula”, le gritó a su psiquiatra, “cochino”
“inmundo”, “lleva el estigma en la jeta”.
Artaud arrancó del cepo la palabra
la hizo savia, vida espléndida, injuria
sagrada contra la traición.
Van Gogh, como Reverón el alienado, es un casto
un hombre que prefirió volverse “loco
antes que traicionar una idea superior del honor humano”
Se apartó del mal
se encerró en la intemperie, lejos
de la “inmundicia unánime” en donde triunfan los hombres
–que son jauría, turba estridente–
para pintar tan sólo un “paisaje del natural”
Heroísmo puro y simple, dice Artaud
Descubrirse a sí mismo, conquistarse
iluminarse –con la luz de la comunión–
en contacto con las fuerzas de la tierra
siempre convulsas simples míseras pavorosas
convertidas por Van Gogh en ese “trapo sucio
empapado de sangre hasta escurrir vino”
La insurrección empañada por las lágrimas
ardiente, de bordes incandescentes
como el relámpago, o violáceos
en los ojos de su ángel temible
de su intensidad de insomne, de su exaltada
y amada clarividencia,
de su insubordinación
con que une prodigios y piedras del camino
Contra la humana negligencia contra su espanto
el alma encendida de Artaud cometerá un crimen
le prenderá fuego a su sombra como a una antorcha
como un astro se inmolará
entre sus propias manos humanitarias
El genio de Artaud es –como el de Van Gogh–
el más raro,
el más escaso:
es el genio de no traicionar.

Santiago Mutis Durán
Soñadores de pájaros (1987)


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