SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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Fernando Vallejo

LA VIRGEN DE LOS SICARIOS

Novela

Autor: Fernando Vallejo
Editorial: Punto de lectura
Año de edición: 2006
Lugar: Madrid
Páginas: 127

Eugenio Alemany
Profesor: Lengua Castellana y Literatura

La violencia, el matar y morir por fierro (’revólver’ en la jerga del sicario, el asesino de Medellín, Colombia), es una flor exuberante, endémica, en el lodazal pestífero de la podredumbe humana.

La violencia ya no es el mal que hay que erradicar, ya no es la consecuencia ni tampoco la causa del fracaso de un programa de rendención civil, patriótico, mansamente ilustrado. La violencia "es". El exterminio, la aniquilación, el asesinato comprado y vendido, la venganza aplazada, la instantánea, el disparo caprichoso, el cabal, la ilegítima defensa y a veces la legítima. La violencia "es". La violencia asciende a categoría ontológica, fenoménica, de este mundo donde el yo lúcido e iracundo del narrador cubre de palabras un incesante reguero de sangre por las calles de Medillín -otras veces Medallo o Metrallo-, cadávares sucesivos, cada cual con su disparo, una señal de ceniza en la frente o una pepita de enternidad en el corazón.

Recorriendo el infierno alegórico de esta Medellín impía, como Dante de la mano de Virgilio, girando en círculos repetidos, camina aquí dos veces la misma pareja de enamorados: Fernando y el Ángel Exterminador, Alexis, un hermoso efebo; y de nuevo Fernando y ahora Wílmar, otro bello asesino adolescente. Dos veces la misma dulce pareja de amantes peregrinos, dos veces un viejo y un sicario impasible, dos veces el mismo cronista del averno y un verdugo.

Yo encuentro en la voz de Fernando Vallejo, en esta historia más alucinada e hipnótica que sórdida o violenta, un aliento decididamente sacralizador, un mundo que por ser humano, sociedad, es ya, de sí, naturaleza caída, degradada, pecado sin espejo divino. En esta imposible teodicea resultan tan inmorales el dogma de la fe como el pacto civilizador, por eso son los perros los que van al paraíso al que quisiera ascender el hombre, y por eso Alexis, que ha matado a más de doscientos tipos, será incapaz de darle el tiro de gracia a un perro que agoniza.

Alguien ha hablado de que la literatura contemporánea nace, en muchos casos, de una profunda negación del mundo. Acaso lo que haya quedado aquí sea una poética y profunda abominación del mundo y de la propia ficción en tanto que artefactos del alma moderna. A lo mejor el género humano no mereció el verbo y no le fue concedido, y, a lo mejor, las palabras no son -contra el silencio o la música- más que espamos violentos de una naturaleza hecha de sombras y culpa.


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