LA VENGANZA DE LA TIERRA

Lo que pudiera parecer un anodino discurso más sobre el calentamiento global es, no obstante, un aviso y una llamada a la acción ante el peligro inminente que nos acecha. Pudiera, lo admito, resultar esta definición la misma de esos libros que desde hace unos años engrosan las estanterías de las librerías. Sin embargo, no lo es.

Y no lo es, principalmente, porque su autor es el padre de la teoría de Gaia, base sólida sobre la que fundamenta todos sus argumentos. De modo breve y esquemático, esta teoría afirma que la Tierra es un sistema “vivo” que se autorregula, es decir, que mantiene el clima y la composición química apta para vivir según el entorno y la vida presente en cada momento, siempre dentro de unos límites y restricciones.

Este concepto, extraño y complejo, no ha sido aún admitido por completo en el mundo de la ciencia, lo que Lovelock achaca a la división en parcelas de la investigación y a la lentitud del proceso. Esta idea, junto a otras, será repetida y ampliada a lo largo del libro.

Así, por ejemplo, el autor presta especial atención a las fuentes de energía, dedicándoles el capítulo más amplio. Apunta que el ritmo actual de consumo de combustibles fósiles debe detenerse de inmediato, aunque tampoco debe confiarse ciegamente en las energías renovables, no sólo porque aún precisan de muchos años para desarrollarse, sino también porque un mal uso puede agravar la situación. Por ello, señala que por ahora, la opción más viable es la energía nuclear de fisión, que no produce emisiones de CO2, principal causante del efecto invernadero, y que nos proporcionará tiempo para alcanzar una la mezcla adecuada de energías no nocivas.

En su defensa de esta tan polémica fuente de energía, desmonta algunos mitos, como su peligrosidad extrema. Además, atribuye, entre otros factores, el respeto que nos provoca en el habitual y, muchas veces inconsciente, miedo al cáncer que se da en la sociedad occidental y que los grupos de presión ecologistas incrementan.

Para Lovelock, estos ecologistas no han de atreverse a denominarse de tal manera, ya que no son más que otros urbanitas que han dado la espalda al campo y, por tanto, no son capaces de comprender cómo funciona, hecho que ha conducido a empeorar el medio ambiente al tratar de ayudarlo.

Por otra parte, otra de las maneras en que el ser humano ha interferido en el sistema de Gaia, junto con las fuentes de energía, es a través de la usurpación de sus ecosistemas naturales. De hecho, la gran diferencia de este cambio climático con respecto a otros que han tenido lugar en el pasado estriba en que este, el presente, lo hemos provocado nosotros.

Por último, el autor afirma que, debido al inmenso daño ya infligido al planeta, el desarrollo sostenible es inapropiado, y lo pertinente sería remplazarlo por una “retirada sostenible”, es decir, concienciarse de la inminencia y magnitud del problema y tomar medidas encaminadas a construir una sociedad respetuosa y comprensiva con la naturaleza, con Gaia, a la vez que tecnológica y evolucionada.

En conclusión, este libro es un paso necesario hacia el conocimiento del problema al que la civilización entera se enfrenta, ya que nos presenta los pilares en que debe apoyarse la acción y, sobre todo, porque nos da un toque de atención, nos espolea a la intervención rápida y eficaz para salvar lo que aún podamos. Puede interpretarse como un mensaje un tanto pesimista. Sin embargo, bajo mi punto de vista, este pesimismo, al contrario que ser derrotista, es un impulso a la lucha. Una lectura imprescindible si queremos abandonar los viejos clichés y, de verdad, preocuparnos por Gaia, por la Tierra.