SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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Desde la Edad Media al Siglo de las Luces

PINTAR CON LA PALABRA (I)

El deseo de pintar con la palabra es una constante a lo largo de la historia. Será en el siglo XX cuando ese deseo cobre tal intensidad que el contenido plástico de la escritura constituye un rasgo del arte moderno.

Felipe Muriel
Profesor de Lengua Castellana y Literatura

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Fig. 4. Rabano Mauro, Laberinto.

El autor más interesante de la historia de los laberintos es, sin duda, Rabano Mauro, arzobispo de Maguncia. Realizó un tratado de alabanzas a la Cruz, De laudibus Sanctae Crucis (815). Los treinta poemas se distribuyen en tres grupos: los textos que contienen figuras, los textos letristas y los que desarrollan formas geométricas. Rabano era consciente del distinto grado de instrucción de los receptores. De acuerdo con él, se establecen los niveles de lectura: el superficial y el profundo. El primero es propio de los iletrados, que al admirar la belleza y lujo de las ilustraciones, reconocían la belleza de su fe. El segundo es característico de los hombres de letras, formados en las escuelas obispales y catedralicias.

Todos los textos admiten una lectura lineal, es decir, de izquierda a derecha, y otras, en cualquier dirección, a partir de las letras inscritas en los dibujos, letras y formas geométricas. Por ejemplo, la Figura 28 (Figura 4) representa una Cruz y un monje adorándola. La cruz encierra un mensaje que puede ser leído al derecho y del revés: Oro te ramus aram ara sumar et oro. Si unimos las letras del interior del monje —Rabanus memet clemens rogo Criste tuere o pie iudicio— descubrimos al propio escritor implorando a Cristo.

La influencia del Renacimiento carolingio fue decisiva en el auge de este artificio entre finales del siglo IX y el X en Europa. Ecos de ese auge hallamos en el Codex Vigilano (975), colección de poemas figurados compuestos por el monje riojano Vigilán al modo de sus predecesores Optaciano Porfirio, Fortunato, Rabano Mauro. La imitación de los modelos consagrados y el oscurecimiento del estilo servían para ensalzar el talento del escritor y halagar al destinatario, la familia real de Navarra, bajo cuya protección vivía el cenobio de San Martín de Albelda.

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Fig. 5. Vigilán, Laberinto.

Se trata de texto latino (Figura 5) sobre el que se realza una serie de letras que trazan una figura geométrica —un rombo con una cruz en su interior—, en cuyos ejes vertical, horizontal y diagonal aparece la A. Para descifrar el significado de este tipo de textos es necesario consultar el simbolismo de las letras y figuras.

El rombo representa el diamante, piedra preciosa que se asocia con la luz y el conocimiento espiritual y la cruz, con la salvación.

Por otro lado, el grafema A representa el Alfa griego o la Alef hebrea y simboliza el principio creador, el núcleo que sintetiza los contrarios. El proceso de lectura se convierte para los receptores cultos en una experiencia contemplativa de la Unidad.

A partir del siglo X los laberintos entran en una fase de declive de la que saldrán en el Renacimiento con la edición de las obras de Rabano Mauro, Fortunato y Optaciano Porfirio.

Durante la Edad Media la lengua hebrea despertó el interés en los círculos intelectuales. Para los Padres de la Iglesia, era la lengua primordial del hombre. Muchos de los cultivadores de los laberintos religiosos —Rabano Mauro, por ejemplo— no sólo la conocían, sino que también practicaban la Cábala, el método alegórico de nombres y números. En el siglo XIII el zaragozano Abraham Abulafia sostenía que las letras son el camino más adecuado para comprender la esencia de las cosas.

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Fig. 6. Abulafia, Discos

En los discos de Abulafia (Figura 6) las palabras giran y dan lugar mediante las técnicas de la combinación y permutación a numerosas formaciones lingüísticas. Diversos críticos defienden que la Cábala extenderá su influencia al Barroco con la difusión de artificios como los laberintos, anagramas y jeroglíficos que se basan en la combinación y permutación. Lo veremos más adelante.

La importancia concedida a la escritura y al libro en la cultura hebrea se traduce en la decoración caligráfica de los manuscritos. Las micrografías son adornos florales o geométricos que se sitúan en los márgenes de las páginas. Se emplean para escribir la masora, es decir, las anotaciones marginales al texto de la Biblia con el fin de asegurar su correcta transmisión y memorización. La iconografía de los códices depende del área donde se realicen; así en las Biblias hispanas dominan los motivos florales y geométricos por influencia de la cultura oriental; sin embargo en la Biblia de Pamplona se diseñan seres tanto reales como fantásticos. De los códices sefardíes salvados de la destruc-ción destacan las Biblias de Burgos (Keter de Damasco) y la de Cervera, copiadas en los siglos XIII y XIV. La expulsión de los judíos de España y Portugal en el siglo XV trajo consigo que el estilo de las escuelas españolas se extendiera por diversos países.


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