ANÁLISIS A TRES MIL PIES

Estoy en el avión, viajando hacia Londres. Como siempre, llevo mis cascos puestos, que me entretienen y me aislan del mundo. Pero no puedo evitar mirar a la gente, yo creo que esa acción la realiza todo el mundo, nos fascina: los nuevos olores, nuevos rostros, nuevas personalidades...

Primero me llama la atención un chaval de más o menos 17 años. Lo veo feliz, con la mirada perdida, pensando en algo importante. Va con chándal, cosa que implica casi seguro que es un deportista y creo que de un deporte individual, ya que si fuese un equipo, el avión estaría plagado de niñatos liándola.

Después va una señora mayor vestida de un riguroso color negro. Está pálida, con la tez algo marchita y da la sensación de que su corazón y su presona sufren y lo están pasando muy mal. A esta mejor la dejo de mirar, ya que no me gustan las desgracias ajenas.

En la butaca de al lado hay un hombre de mediana edad, con traje de chaqueta. Llama a la azafata, y con unas onrisa y mirada como de tipo interesante y sexi le manda traerle un café. Cuando ésta vuelve, el hombre se levanta y se cabrea diciendo que ese café no es el que él había pedido. Ya está, este es el tipo de hombre que se cree importante; lo más seguro es que sea cirujano, es muy chulito, además no lleva sortija de casado, esto indica dos cosas, "A", es cirujano y quiere cuidar sus manitas y "B", no la lleva ni en un colgante. Además, antes salía del baño con una tía. Ya está, es el típico hombre casado infiel que tiene un supertrabajo, un supersueldo, pero es un superdesgraciado.

Este tío me pone de mala leche, mejor ahora anlizo a ésa de allí. La pobre tiene una cara de descomposición total y cuando el avión se mueve un poco se aferra al asiento como si su vida dependiera de él. En esta muchacha y en sus ojos veo bondad y gratitud.

Pensando caigo en la conclusión de que este avión, ahora mismo,contiene todo lo que fluye en el mundo y que forma parte de la vida, como la avaricia, la ilusión, la inocencia, la muerte...