SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2007

número 0
ISSN: 1988-9607
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Artículo. Medio Ambiente.

CONSERVAR LA NATURALEZA URBANA

El profesor Aumente nos descubre una "naturaleza marginal" interesantísima con la que convivimos a diario y que apenas conocemos. Describe, además, las características idóneas de un hábitat urbano en una ciudad como la nuestra.

José Aumente Rubio
Profesor de Biología y Geología del I.E.S. Séneca


Decía don Miguel de Unamuno que una ciudad desde el centro de la cual se pueda llegar a pie en cosa de un cuarto de hora al campo libre es una ciudad que no respondía a sus más íntimas necesidades espirituales. En buena lógica, es difícil que una población de más de 300.000 habitantes pudiera cumplir esta condición y satisfacer a ese gran escritor y filósofo de la Generación del 98; sin embargo, sí que podemos infiltrar esa naturaleza -tan importante en nuestras vidas- a lo largo y ancho de la ciudad. Y, además, debemos hacerlo. Es importante que nos vayamos dando cuenta de que las zonas verdes son absolutamente necesarias para lograr una mayor calidadde vida urbana, porque ayudan a paliar los problemas medioambientales y aportan bienestar, relajación y posibilidades de ocio y deporte.

A lo largo de los paseos y avenidas de todas las grandes urbes del mundo se alinean árboles ornamentales que flanquean el paso del tráfico y proyectan su sombra sobre los viandantes, que adornan minúsculas glorietas o recorren medianas que de otra manera serían de adoquí. Una de las principales cualidades de los árboles es que son refrigeradores naturales, debido a la evaporación del agua que facilitan a través de sus hojas. Jardines de Colón
En una calle con grandes árboles la temperatura puede ser dos o tres grados inferior a otra en la que sólo hay cemento. Amortiguan las denominadas "islas de calor", fenómeno propio de las ciudades cuando una bolsa de aire cálido se fija sobre los edificios provocando un importante aumento de las temperaturas. Pero es que también son auténticos filtros de aire contaminado, depuradores de los agentes químicos y partículas suspendidas de forma masiva en las ciudades. Son sumideros que eliminan dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono, ozono y otros gases producto de la combustión, además de generar oxígeno. Los árboles también suponen un eficaz remedio contra los altos niveles de ruido urbano. Un cinturón de cincuenta árboles grandes,por ejemplo, puede contribuir a reducir el ruido hasta un cincuenta por ciento.

Pero existe otra naturaleza urbana, antagónica casi a esa otra institucionalizada, representada por los espacios internos a la ciudad, voluntariamente diseñados para albergar formas de vida natural (parques, jardines y plazuelas). Me refiero a la "naturaleza marginal" que, pese a todo, surge espontánea en los intersticios urbanos, una naturaleza cimarrona y bastarda que medra en los resquicios de los planes urbanísticos, una "lumpen naturaleza" -como la llama Fernando Parra- a la que nadie presta atención. Sin embargo, sorprendentemente, la flora y fauna que crece en los solares, los alcorques, los tejados y los descampados, aportan altos valores de biodiversidad a nuestras ciudades que, en la medida de lo posible, debemos preservar.

Sin ir más lejos, en el recinto de nuestro Instituto Séneca pasan algunas temporadas, todo el invierno, o incluso llegan a criar, especies de aves que mucha gente asocia con medios más agrestes y que,por supuesto, pasan desapercibidas a la comunidad educativa.
Vista desde el aula 30
En primavera es un auténtico placer dar clase en el aula 30, con el canto de fondo de los pájaros que se reparten el territorio de la pequeña parcela que se localiza entre el propio edificio y el muro norte, del lado de la Avenida Menédez pidal. Entre la exuberante vegetación hacen sus nidos el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos), el ruiseñor bastardo (Cettia cetti), la curruca capirotada (Sylvia atricapilla) y el mirlo común (Turdus merula), conformando un paisaje muy a tono con las clases de Biología y Geología. Además, esporádicamente, se ven o se escuchan también colirrojos reales (Phoenicurus phoenicurus), verdecillos (Serinus serinus) y verderones (Carduelis chloris). Vista desde el aula 30
En invierno este lugar es ocupado principalmente por los petirrojos (Erithacus rubecula) y los estorninos pintos (Sturnus unicolor); y durante todo el año los árboles del instituto son visitados por grajillas (Corvus monedula), gorriones comunes (Passer domesticus), cernícalos primillas (Falco naumanni), mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) y esporádicamente, también, por carboneros comunes (Parus major) e incluso por cotorras asilvestradas, que han formado una colonia en los cernanos sotos del Guadalquivir.


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