febrero de 2012
número 4
María Barral Gil
Alumna de 3º ESO A
Solías decirme que los demás no importaban si nosotros no lo queríamos, ¿recuerdas? Que nuestra visión de las cosas podía cambiar lo que quisiéramos, que nadie nos podía decir quiénes éramos ni qué podíamos hacer, ¿verdad? Me enseñaste a dejar la opinión de los demás de lado, siempre y cuando no fuera importante. Decías que tenía que dejar de pensar en los demás y dedicarme a mí, ¿no decías eso? Podíamos manejar el mundo a nuestro antojo, ¿te acuerdas? Podíamos reírnos de las cosas románticas, inventarnos nuestro propio idioma, imaginar nuevos sabores, reír por cualquier cosa y sonreír escuchando una canción.
Hoy me he acordado de cuando nos sentábamos a idear nuestra propia realidad. He recordado que no había copiloto, que ambos conducíamos el mundo a la vez y también todo lo que decías.
¿Recuerdas cuando decías que nosotros poníamos y nos saltábamos nuestras propias reglas, que no había límites?
Bien, hoy he intentado dibujar una sonrisa, he intentado volver a crear leyes y romperlas y he corrido por paisajes que inventamos, incluso pasé por aquella playa que ideamos aquel domingo. Pero me he dado cuenta de que no dejamos escrito lo más importante. Lo dijiste, pero no lo escribimos. Dijiste que aquel mundo era para dos, ¿recuerdas?
Y hoy solo soy una. Hace tiempo que no me río de las cosas románticos y no hablo en nuestro idioma. Hoy te he visto y aunque no hayas dicho nada sé exactamente lo que querías decir, y ya va siendo hora de que volvamos a ponernos al mando de nuestro pequeño mundo; sí, nuestro mundo particular, ¿recuerdas?
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