febrero de 2012
número 4
Antonio Varo Pineda
Profesor de Lengua Castellana y Literatura
Como se puede ver, es difícil expresar en menos palabras la intensidad del sufrimiento del enamorado cuando atraviesa una de esas fases del amor en que los sentimientos contrapuestos luchan por ocupar el corazón.
Saltamos 1.500 años hasta el siguiente texto. No es que no haya enormes bellezas literarias en todo ese tiempo, sino que, como me había propuesto limitarme a sólo diez poemas, no me ha quedado más remedio. El poema siguiente es sumamente conocido y viene en todos los libros de texto. Lo leo en clase todos los años, y todos los años he de hacer un comentario de texto del mismo para mis alumnos; sin embargo, no ha caído en la rutina: me sigue entusiasmando. Pero recordémoslo:
En tanto que de rosa y azucenase muestra la color en vuestro gesto,y que vuestro mirar ardiente, honesto,enciende el corazón y lo refrena;y en tanto que el cabello, que en la venadel oro se escogió, con vuelo presto,por el hermoso cuello blanco, enhiesto,el viento mueve, esparce y desordena,coged de vuestra alegre primaverael dulce fruto, antes que el tiempo airadocubra de nieve la hermosa cumbre.Marchitará la rosa el viento helado;todo lo mudará la edad ligerapor no hacer mudanza en su costumbre.
¿Qué puedo decir de este poema que no se haya dicho ya? Diré lo que a mí me fascina más: el perfecto equilibrio, la intensa serenidad con que el poeta, sin duda bajo la influencia de Horacio, anima a la hermosa joven a la que habla a que goce de sus placeres, pero lo dice de una forma serena y no precipitada, como de forma serena y no precipitada (al contrario de lo que después haría Góngora) le recuerda que, en cualquier caso, le llegarán la vejez y la muerte. Gran sabiduría la de no entregarse ciegamente a los placeres ni hundirse en el abismo de la desolación ante la certeza del final irremediable, ¿no crees?
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