SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


junio de 2015

número 5
ISSN: 1988-9607
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EN BUSCA DE LA FELICIDAD

Nuria Guillén Rivero

3º de ESO A

Mi nombre es Mohammed, provengo de Malí y os voy a contar mi historia.

El 18 de marzo pude saltar la valla para entrar a Melilla, me supuso un gran trabajo. Ahora puedo decir que soy feliz.

¿Cómo lo logré? Con esfuerzo y paciencia.

Un día me levanté decidido, cogí algunas cosas de necesidad; una barra de pan, dos o tres tomates y una manta de pelo que me regaló mi mujer. No era gran cosa, pero nuestro dinero no daba para más.

Me acerqué a mi mujer y le dije:

– Cuida de nuestra hija, hoy empieza mi viaje para tener una vida mejor – acto seguido le di un beso.

Salí de mi casa y me puse a andar con mi amigo Sirhan hasta Gambia, a 760 kilómetros de Malí. Nos supuso un mes de caminata. Me alimenté de lo que Sirhan llevaba u otras personas nos daban por el camino. Cuando llegamos a Gambia buscamos un refugio; una señora mayor nos ofreció una habitación pequeña para ambos, y allí pasamos tres noches.

Al cuarto día nos pusimos rumbo Argelia, a unos 1.732 kilómetros. Tardamos dos meses y medio en llegar. Pasamos allí un par de noches, ya que una ONG nos ofreció comida gratis.

Al día siguiente fuimos a Marruecos, hacia el monte Gurugú, el último paso para saltar la valla de Melilla. Entre nosotros lo conocemos cómo “El infierno antes que el paraíso”, ya que en Marruecos la mayoría de “africanos”, como ellos dicen, sufrimos racismo.

Cuando llegamos y nos asentamos en el monte, me apetecía descansar, por lo tanto extendí la manta de pelo y me tumbé. Recuerdo que esa noche me dio para pensar mucho. Echaba de menos a mi familia y me dieron ganas de abandonar el viaje, pero entonces recordé por lo que estaba allí: la situación económica de mi casa, la guerra que sufría mi país, etc. Y esto me repuso todas las fuerzas que me faltaban.

Fueron pasando los días y decidimos ir a saltar la valla. Por suerte, la cruzamos, pero, por desgracia, nos pilló la policía y recibimos unos cuantos de golpes. Nos metieron en un coche patrulla y nos llevaron al CETI, el cual se encuentra en Melilla. Éste es un centro donde van todos los inmigrantes que saltan la valla y allí se decide si somos devueltos a nuestro país natal o no.

Al cabo de unos días decidieron que Sirhan y yo debíamos ser devueltos a nuestro país natal. Fuimos deportamos a Malí.

Cuando llegué a mi país, le dije a mi mujer:

– No lo hemos logrado, pero voy a volver, ya que me he enterado que el 18 de marzo se va a producir un salto a la valla de más de doscientas personas, y yo me voy a unir.

Una mañana mi amigo Sirhan con dos amigos más, aparecieron en la puerta con un coche que nos llevaría hasta Marruecos. En tres días llegamos allí. En Marruecos, ya estaban las demás personas, que como yo, querían saltar.

Al día siguiente nos reunimos para ver cómo lo hacíamos, ya que son dos vallas y muy altas; la primera de siete metros y la segunda de seis metros. Me daba rabia que estas tuvieran cuchillas porque están construidas por el hombre y este sabe que somos personas las que las saltamos, no animales.

Por fin llegó el día. Nos pusimos manos a la obra y empecé a correr como loco, y así, la salté. No me pilló la policía por suerte.

Otro amigo y yo fuimos a la costa; allí había un barco esperándonos. Llegamos a España en una hora o poco más.

Me alojé en un hostal y al cabo de un mes empecé a trabajar de albañil. Estuve ahorrando y en tres meses pude mandarle dinero a mi mujer para que se viniese conmigo. Y la verdad, que a día de hoy me encuentro muy feliz; tengo trabajo y salud, y, sobre todo, a mi familia aquí conmigo.

Pienso que ha sido muy difícil llegar hasta aquí, pero todo se logra con esfuerzo, y como me dijeron un día:

“El que algo quiere, algo le cuesta”.


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