SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2007

número 0
ISSN: 1988-9607
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Artículo de opinión

NACIÓN

Ana Castro Valero, alumna de 1º Bachillerato, reflexiona sobre los conceptos de "nación" y "nacionalidad" (este artículo lo escribió en el curso pasado como un ejercicio de clase sobre los artículos de opinión).

Ana Castro Valero
Alumna de 1º de Bachillerato

Los términos nación y nacionalidad han estado muy presentes en los últimos tiempos en nuestras rutinas diarias a través de los medios de comunicación debido a planteamientos tan polémicos como el Estatut catalán, el deseo de independencia de los vascos y la propuesta de elaboración de un estatuto para Andalucía.

Hemos apreciado su uso en el lenguaje de los denominados “políticos”, los cuales emplean su tiempo en sonreír falsamente a las cámaras y debatir acerca de cuestiones de unificación política, diciendo lo que era adecuado mencionar en su preciso instante, sin saber exactamente cuál es el verdadero sentido de la palabra “nación”, por lo que me remitiré al significado de la misma para no caer en su propio error.

Así, se denomina nación al “conjunto de habitantes de un territorio que poseen una misma historia, idénticas costumbres, intereses comunes y, a menudo, una misma lengua y tiene suficiente conciencia de su unidad como para disponer de un gobierno propio o aspirar a él”.

Si la definición es ya en sí confusa, los políticos se empeñan en hacer cientos de menciones de distinta índole con las cuales no consiguen otra cosa que provocar que los ciudadanos se pregunten dónde va a ir a parar su país o, incluso, los límites de éste porque, ¿debemos hablar de nación española? O, aún más controvertido: ¿debe salir a relucir nuestro espíritu patriótico tomando como insultantes, grotescos o desmoralizantes estos proyectos políticos citados?

La denominación en sí es insignificante pero el concepto es algo básico ya que la historia siempre la ha edificado el propio pueblo con sus manos, sus gestos, aunque más tarde fuesen los grandes personajes, lugares o fechas los que perviviesen en el tiempo, y es él el que debe nombrarse a sí mismo y organizarse más allá de meros e irrisorios (por no tachar de frívolos) debates políticos.

De este modo, mientras que en nuestro país conviven con la ya citada polémica verdaderos problemas como el desempleo o el derecho a la adquisición de una vivienda digna, se está consiguiendo que a través de sonadas discusiones diarias en los informativos y periódicos en las que aparecen estos términos, nación y nacionalidad, que éstos se olviden de temas que de verdad les afectan e intervienen en sus rutinas diarias para cuestionarse sobre el futuro de su país como unidad territorial (empleando esta denominación porque dudo ya si he de referirme a ello como “nación”), dado que desde los inicios de la existencia humana el sentimiento de pertenencia a una tierra le ha condicionado tanto por la seguridad personal que le aporta.

Son cuestiones como ésta las que hacen perder credibilidad a los gobiernos y dudar a los ciudadanos sobre el sentido o las aplicaciones de la política. Es así que hoy, ignorando la realidad que me rodea y los problemas que afectan a miles de personas a mi alrededor, me estoy cuestionando como ciudadana si debería sentirme catalana, vasca, andaluza, española, europea o, simplemente, ciudadana del mundo.


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