UN ENTRENADOR DE CORREDORES EN EL CIRCO ROMANO

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Fue gracias a ello por lo que me fue concedida la libertad por mi acto heroico y altruista, pero el asunto no acabó ahí. El entrenador que iba antes que yo había fallecido de viejo y yo fui convocado para ser el nuevo entrenador. Y es gracias a eso por lo que estoy aquí el día de hoy, siendo entrenador de aurigas y supervisando que todo salga según lo planeado. Mi trabajo es simple: me encargo de que coman, hagan sus ejercicios, los caballos sean bien cuidados, las riendas y los equipos estén en perfecto estado y, por último, de que todos hayan repasado las reglas de las carreras, que son de vital importancia.

La carrera de hoy ha sido un aburrimiento. Creo que la más sosa en los últimos años. Eso sí, ha sido en la que más gente ha apostado en estos últimos meses. Las carreras son una de las actividades más apreciadas por un romano (aparte de los combates de gladiadores) y por ello siempre suelen hacer apuestas para ver quién es el que más dinero puede llevarse. Cuando yo hice mi debut y mi última carrera aquí en Emerita, todos habían apostado por el auriga rojo y, de no ser por el accidente que sufrió, seguro que hubiera ganado. Pero, en fin, ya da igual. Cené sin ganas en la taberna de Plinius y me fui a casa a dormir. En cuanto he llegado, me he puesto a escribir todo lo sucedido en el día de hoy para así asegurarme que el día de mañana no se me olvide nada de lo que hice ayer. Y es exactamente esto lo que estoy haciendo. Temo que ya se me ha hecho muy tarde, por lo que seguiré escribiendo mañana. Esperemos que el próximo día las carreras estén más animadas.

Caius Aurelius fecit.

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