ÁNGEL OJEDA: RETRATOS Y FIGURAS

Ángel entiende su creación artística como “un modo de expresión pero, también y sobre todo, de introspección. Como un instrumento que permite conocer de un modo distinto lo que nos rodea. Tanto el proceso de creación como el de re-creación, que no es otra cosa la contemplación, son activos y reflexivos.”

El tema central de esta exposición titulada “Retratos y figuras” es el cuerpo humano, especialmente el rostro y la expresión. El mundo representado sorprende al espectador por la fuerza plástica de las imágenes que, con pinceladas certeras y rotundas, interrogan insistentemente.

La serie de los “Retratos” –en carboncillo y pastel- transmiten una inquietante duda, una interrogante mayúscula. Otras obras –como “Personaje” o “Estudio para un retrato”- parece que exclaman, imprecan, denuncian algo, no sabemos qué; quizá la angustia del ser humano amordazado por su contingencia vital, que se vislumbra especialmente en la expresión de su mirada.

“Personaje” –en témpera- es una de sus representaciones más expresionistas: sobre fondo negro y con simples y magistrales trazos, se nos presenta la figura de un “pseudohombre” que huye no se sabe ni de qué ni hacia dónde. Siente miedo y huye. Pero mira al frente, donde se encuentra ese otro hombre que irremisiblemente devuelve la mirada, afectado ya por lo que ve.

Desde mi sencilla percepción –absolutamente alejada de una mirada experta- esta pintura se me presenta como una honda representación de una realidad elegida, en la que la forma –la técnica pictórica- esconde un oscuro significado conceptual. Es el hombre desde su condición ontológica, desde su materia efímera, el que pide –sobre todo a través de la mirada- trascendencia, algo que dé sentido a su pobre realidad vital.

En el arte de Ángel Ojeda –y siempre desde mi personal visión de espectadora- hay un sincretismo de tendencias artísticas que llegan también a la literatura: el expresionismo -los rostros me han evocado el célebre “Grito” de Munch, pero también las caricaturas y pinturas negras de Goya-, el esperpento de Valle-Inclán, el surrealismo tan presente en algunos autores del 27, como Lorca, Alberti, Cernuda… Y el existencialismo, en su sentido más amplio, especialmente en lo que se refiere al tema central de la esencia del ser humano, la angustia existencial, la duda, el miedo, la incomunicación, e incluso el dolor, el odio o, quizás, la crueldad…

Sin duda, cualquiera que se acerque a esta obra no permanecerá impasible, el artista ha conseguido su propósito, cual es –según él mismo expresa en el catálogo de esta exposición- que el espectador se cuestione “qué significado admitir”. Habrá de realizar un importante esfuerzo para descubrir el concepto, la idea, el mensaje artístico, enigmático ciertamente. Nos ceñiremos a la propia interpretación del autor: “el retrato que es, en realidad, autorretrato”.

Felicidades, maestro.