abril de 2008
número 1
Lucía Hernández Pérez
Profesora de Alemán del I.E.S. "Séneca"
Y…, a pesar de que no las tenía todas conmigo, me embarqué en la aventura con una mezcla de incertidumbre y ganas de vivir y experimentar cosas nuevas, de dejarme embriagar por el riesgo a lo desconocido, a una responsabilidad a la que, a ratos, pensaba no estar preparada.
Fueron meses de muchos preparativos, de intentar atar todos los cabos para no dejar ninguno suelto, como quien teje una red y busca que no haya ningún agujero por el que se le pueda escapar el pez más preciado. Intenté ser lo más positiva posible, y lo que más me ayudó, fue la ilusión con la que los alumnos de 4º de ESO y 1º de Bachillerato lo estaban viviendo.
Ellos eran los protagonistas y de ellos dependía en gran medida el éxito de la misma. Protagonizaban una película de superación y encarnaban a un personaje tremendamente valiente, ya que la mayoría no había viajado nunca solos o no había salido al extranjero. Tenían que vivir en un país extraño, en una familia que no era la suya, con costumbres diferentes y comunicándose en un idioma, que dominaban más de lo que ellos creían, pero que en un principio, podía suponer una barrera más o menos infranqueable. Sin embargo, fueron capaces de controlar sus miedos y de lanzarse a aquella aventura que sin ellos, nunca jamás, hubiese sido posible.
Y…, aunque pueda parecer mentira, fueron ellos los que me ensañaron a mí. La profesora era adoctrinada por sus alumnos. No hubo ni un día en el que no dejaran de sorprenderme por su capacidad de probar, de dejarse envolver en cualquier tipo de actividad organizada por rara que ésta pareciera, desbordando un entusiasmo contagioso al que no pude hacer frente. Se comportaron como personas adultas, aceptando la realidad tal y como se presentaba, por muy rara o incluso a veces injusta que pareciera.
Y…, sobre todo, me ayudaron a redescubrir Alemania, a verla con los ojos de un adolescente de 15 o 16 años, a saber valorar cosas, que por ya mil veces vividas, fueron perdiendo importancia, pasando desapercibidas. Despertaron en mí muchos sentimientos adormecidos; con ellos reí y hubo algún que otro momento en el que sentí su tristeza como mía, gracias a Dios de éstos no hubo apenas ninguno.
Por todo esto no os sorprenderá que ellos para mí serán siempre MIS NIÑOS DEL INTERCAMBIO. Han ocupado un lugar en mi corazón y se han grabado en mi memoria, como tatuaje que no se quita, que no quiero quitar.
Este es mi pequeño homenaje y gran agradecimiento a Carmen de la Cruz, Ignacio y Javier Díaz, Marta Gaspe; Lucía López, Victoria Luna, Antonio Merino, Estela Montoro, Ana Peinado, María Pérez, Laura Pérez, Ana Pineda, Luis Pino, Claudia Quiñónez, María Victoria Velasco y Pilar Villamar, por hacerme pasar 14 días inolvidables.
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