mayo de 2007
número 0Autor: Umberto Eco
Editorial: Lumen
Lugar: Barcelona
Año: 2004
Número de páginas: 440
Mª Dolores Ansio
Profesora/Departamento de Lengua Castellana y Literatura
El autor de El nombre de la rosa (1980) expresa en este libro que “lo bueno” y “lo bello” han sido sinónimos a lo largo de la historia.
Aclara que el concepto de belleza no se ha considerado algo absoluto e inmutable, sino que ha ido adoptando distintas representaciones a lo largo del tiempo.
Eco realiza un magnífico recorrido por la cultura occidental desde los griegos hasta la actualidad, en que la belleza es reproducible “en serie”.
Al comienzo de esta obra, U. Eco cita las cuatro frases escritas en los muros del templo de Delfos: “Lo más exacto es lo más bello”, “Respeta el límite”, “Odia la hybris” (insolencia), “De nada demasiado”. En estos enunciados se basa el sentido de la belleza griega en el siglo IV a. de C. Suponen, en nuestra opinión, no sólo el sentido de lo bello sino también de lo ético.
Platón concibe la belleza como armonía y proporción de las partes. La belleza posee una existencia autónoma, distinta del soporte físico. La “visión sensible” ha de ser superada por la “visión espiritual”, que exige el aprendizaje del arte dialéctico, es decir, la filosofía. El arte propiamente dicho es una falsa copia de la auténtica belleza y como tal es mejor sustituirlo por la belleza de las formas geométricas.
Para San Agustín o Santo Tomás la perfección del hombre se manifiesta en la figura del cuadrado. El modelo de hombre perfecto es aquel que con los brazos en cruz puede inscribirse en un cuadrado (“Homo quadratus”).El cuadrado, símbolo del universo, adopta significados simbólicos, basados en las correspondencias numérico-estéticas: los puntos cardinales, los principales vientos, las estaciones, las fases de la luna, las cuatro letras del nombre “Adán”, y “cuatro” será, como enseñaba Vitrubio, el número del hombre.
En Santo Tomás, aparece el concepto de la “belleza moral”, comportamiento y actos proporcionados según la razón.
En el Renacimiento vuelve la concepción platónica; en el Barroco “se puede expresar lo bello a través de lo feo, lo verdadero a través de lo falso, la vida a través de la muerte”.
En el siglo XVIII, con Kant, “el gusto es la facultad de juzgar desinteresadamente un objeto, a través del placer o del desagrado”. El objeto de placer es lo que se considera bello.
La “ estética de las ruinas” (lo gótico), en la segunda mitad del siglo XVIII, la “belleza vaga” (“je ne sais quoi”, igual a belleza) en el Romanticismo; el dandismo, el impresionismo, la belleza victoriana, el “Art Noveau”, el “Art Déco”…
La calidad de las imágenes y la textura de todo el libro, junto a la hondura, claridad y sensibilidad del contenido, hacen de este libro una obra esencial para todos aquellos lectores interesados por una concepción humanística del arte.
Valoración:10
ISSN: 1988-9607 | Redacción | www.iesseneca.net |