abril de 2009
número 2
Sergio Romero Mora
Alumno de 4º E
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Sergio Romero/Córdoba
Este poeta y revolucionario fue uno de los grandes románticos españoles, el más popular del siglo XIX. Su vida integra la rebelión moral y la política, y su estilo se caracteriza por las imágenes arrebatadas y la permanente contradicción de dos estados anímicos: la exaltación y el desaliento.
Nació en Almendralejo (Badajoz), en 1808. Ell mismo año de su nacimiento, España sufrió la invasión del
ejército francés al mando del emperador Napoleón, y se desencadenó la llamada Guerra de la Independencia. Durante sus primeros años de vida, Espronceda experimentó el peregrinaje con su familia, al compás de las vicisitudes de la campaña bélica, empapando sus ojos infantiles de las grandes miserias y las efímeras glorias que trae una guerra.
—En 1823 es ejecutado en la horca el militar liberal Rafael de Riego y Núñez, por el régimen de la monarquía absolutista regida por Fernando VII, suceso que usted presenció teniendo usted quince años. ¿Qué sintió al presenciar esta muerte?
— Bien, pues la verdad, fue una terrible tragedia para mí. Observé cómo una persona era ahorcada por ser liberal, lo cual me hizo recapacitar. Todas las personas en este mundo saben qué es el dolor, pero no saben lo que es sacrificarse dolorosamente, como hizo Rafael de Riego, que hasta la muerte fue liberal y nadie cambió sus creencias.
—Tras esto, usted fundó con otros jóvenes una sociedad masónico-patriótica llamada «Los Numantinos» y usted fue su presidente. ¿Qué le llevó a fundar esta sociedad secreta? ¿Tal vez la ya mencionada muerte de don Rafael?
— La verdad es que aunque me castigaron por ello sigo orgulloso de haber creado esa sociedad. En ella se respetaban unas creencias, las cuales eran justas. Nosotros no podíamos seguir viendo como morían personas injustamente como la don Rafael. Teníamos que hacer algo, aunque fuese lo mínimo para honrar la muerte de éste.
—Pero esto tuvo sus consecuencias. Cuando el régimen absolutista descubrió la existencia de esta célula secreta usted fue condenado a cinco años de reclusión en un convento-prisión de donde poco después fue absuelto por la influencia de su padre. Allí usted comenzó a escribir “El Pelayo”, poema épico sin terminar integrado por 1.033 versos agrupados en octavas que se dividen en seis fragmentos de desigual extensión sin relación entre sí. ¿Podría contarnos qué le llevó a ello? ¿Qué sentía mientras lo escribía?
— Sí, por supuesto. El texto fue una obra de mi juventud impulsada por mi maestro, el poeta don Alberto Lista, quien me proporcionó el plan de la obra e incluso algunas octavas. Estos versos están ambientados en una época tan querida por los románticos como es la Edad Media donde traté el tema de la caída a manos de los árabes del reino de los godos. Bueno, y referido a mis sentimientos, la verdad es que no sentía mayor deseo de libertad y de rebeldía. Con este texto me entretuve las semanas que estuve encerrado allí.
—Usted y doña Teresa Mancha, se fugaron, o como dicen algunos la raptasteis, y se marcharon dejando por parte de ella a un marido y un hijo. ¿Tanto era el amor que sentían para poder sacrificar lo más bello de la vida como es ser madre?
— Antes de responder a su pregunta, quería aclarar lo comentado por usted antes. Yo no la rapté, nos fugamos juntos todo por nuestro amor, ya que ella no era feliz con su marido. Éste no la amaba y ella no soportaba estar allí con él aunque fuera adinerado, con lo que decidimos irnos. Por supuesto que su hijo era muy importante para ella pero nuestro amor era más grande que el mar y más profundo que un abismo, por lo que ella tuvo que sacrificar su vida, es decir, a su hijo.
—Después, en 1833, acogiéndose a la amnistía general a favor de todos los liberales emigrados, ustedes pasaron a España, a vivir en Madrid, dejando este breve periodo en su ánimo, imborrables recuerdos. Pero quien fue capaz de abandonar a su esposo y a un hijo que había tenido en su matrimonio, lo fue también al ir olvidando aquel amor e irlo sustituyendo por caprichos de casquivana, y así vino a suceder que Teresa se fugara a Valladolid cierto día con un tal don Alfonso. ¿Qué sintió cuando su querida Teresa, que dejó todo por usted y su amor, se fue dejándole a usted y a su hija?
— La verdad, fue uno de los momentos más duros de mi vida. Yo la quería mucho pero tal vez yo tampoco contribuí a mantener una armonía en mi hogar. Pero ciñéndome a la pregunta, le digo que sentí como mi corazón era atravesado por un frío metal ya que habíamos huido juntos, y más me dolió cuando vi que también había abandonado a nuestra hija, lo más bonito de nuestra vida.
—Y si no es mucho hurgar en la yaga… ¿Qué sintió al enterarse de que Teresa había muerto de tuberculosis?
— Pues la verdad, sentí pena, porque aunque había sido injusta por abandonarnos, fue una musa para mí y gracias a ella escribí uno de mis poemas más hermosos, llamado “Canto a Teresa”. Tras su muerte realicé nuevas interpretaciones del amor, como ocurre en mi poema “A Jarifa en una orgía”, donde expreso desilusión, hastío, lamentación del placer perdido y rebelión contra la realidad de la vida, con un lirismo contenido.
—La verdad que perder a un ser querido es doloroso, aunque éste te haya hecho mucho daño. Pero siguiendo con su vida, ¿qué le llevó a ingresar en el Cuerpo de Guardias de Corps? ¿Se sintió tachado por sus semejantes, ya que fue expulsado de este por publicar una poesía liberal patriótica?
— Bien, pues si le soy sincero no tuve motivo alguno para ingresar, sino que había diversas disputas en el país y contra otros países y se necesitaba gente para combatir. Respecto a mi expulsión del cuerpo: no sentí mayor sentimiento, ya que antes ya me habían tachado por tener otras creencias, pero hay críticos que como yo piensan que fue injusto. Además creo que gracias a ello y a mi exilio a Cuellar pude crear buenas novelas como "Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar".
—Tras su vuelta a Madrid usted es diputado y fundador de varios periódicos de tendencia liberal o democrática. En 1840 publica dos libros de poesías: "Poesías" y "Diablo Mundo". Al año siguiente, es destinado a la embajada española en Holanda y al poco tiempo regresa a España, para ocupar el cargo de diputado por la provincia de Almería. ¿Está orgulloso de lo conseguido durante su vida?
— Sí, en verdad, mi vida está siendo buena, a excepción de algunos momentos ya mencionados, pero me siento orgulloso de ella, las mujeres que habían aparecido en ella, entre ellas doña Teresa y Carmen de Osorio, y de mis obras, ya que son obras que pueden expresar todo, desde sentimientos a sociedades diversas. Además, aunque mi vida esté siendo un debate entre lo moral y la política, siento que he cumplido con casi todo lo propuesto.
—Finalizando con esta entrevista, ¿me puede resumir en breves líneas lo que espera a partir de ahora de su vida?
— Espero seguir escribiendo y seguir defendiendo al pueblo y a los trabajadores como hasta ahora, pero lo que más deseo es vivir mi totalidad.
<< José de Espronceda ha sido uno de los grandes poetas de su época. Su carácter le hizo ser el poeta de la desesperación y del entusiasmo. Ha sido un poeta que pensaba que a través de la poesía se podía expresar la apariencia y la conciencia de la Humanidad>>.
Páginas consultadas:
http://www.los-poetas.com/j/esprobio.htm
http://www.coopvgg.com.ar/selva/espronceda/biografia.htm
ISSN: 1988-9607 | Redacción | www.iesseneca.net |