mayo de 2010
número 3
Santos Domínguez
Poeta
Poética
Quiero recordar un aforismo de Wallace Stevens (La lengua es una ojo) que quizá sea el que mejor resuma lo que pienso hoy sobre la actividad poética y el poema. Es decir, el poema es, como experiencia lingüística, una forma de ver la realidad, una forma de estar en el mundo. Mirada y palabra, las dos alas que remontan el vuelo del pájaro de la poesía, como advirtió Cernuda. Poesía por tanto como meditación, pero también cada vez más como método, como forma de conocimiento a través de la iluminación de la lengua encauzada en imágenes y ritmo, como caza nocturna en un bosque extranjero.
El poeta se convierte así en un cazador de voces, por decirlo con palabras de Rilke, en el artífice de una experiencia con los límites de la lengua, del conocimiento y de la realidad.
Una experiencia en la que surge de nosotros algo que ni sospechábamos que estuviera allí, como decía Milosz en un verso memorable. En algo parecido pensaba Lorca cuando decía que se vuelve de la inspiración como se vuelve de un país extranjero.
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