mayo de 2007
número 0Ante un nerviosismo incipiente a causa de nuestro recién estrenado papel de “aprendices de periodista”, nos aventuramos por las calles de la ciudad en busca de la dirección de Juana Castro, una reconocida poeta que ha defendido con ahínco su lucha feminista. Después de una espera que nos hizo sentir como expertas reporteras, Juana, con una amable sonrisa, nos abrió las puertas de su casa y se dispuso a deleitarnos con su presencia y sus palabras.
Lucía López Zurita y Ana Castro Valero
Alumnas del I.E.S."Séneca"
¿Cómo ha vivido personalmente los años de la posguerra, dada la conflictividad del Valle de los Pedroches en lo relativo a la división política?
Cuando yo era pequeña, y desde que tengo memoria, se sabía que había gente huida en la sierra. Eso no entraba en la vida de los niños, pero de alguna manera nos metían un poco de miedo por eso; aquello se nombraba como una cosa misteriosa. Vivíamos en pleno franquismo y era algo que no se podía nombrar. Se sabía que había gente fuera de la ley en la sierra. Nací en el 45, cuando hubo una matanza; quizá en el 50 más todavía. También recuerdo que estando en el campo con mis padres, siendo pequeña, me enseñaban una encina en la que decían haber ahorcado al Tío Quirós (una expresión para nombrar a un hombre cualquiera), que amaneció así. Se decía que aquello había sido realizado por los maquis. Pero no se sabe con certeza quien lo hizo. Esos son los dos recuerdos que tengo. Pero vivíamos un poco en el limbo, era muy pequeña.
¿Cómo describiría su infancia utilizando un solo sustantivo? ¿Con qué canción o versos no propios la identificaría?
Es difícil, porque hay tantos matices en la vida y en la infancia... Creo que la identificaría con el sustantivo luz y con una de las canciones que yo oía de pequeña y me gustaba: La falsa monéa.
Es considerada una feminista activa. ¿Cómo hacer de esta tendencia y defensa feminista una opción de vida? ¿Qué consejo daría a las jóvenes?
Creo que es una elección propia y es, o debe ser, un descubrimiento o una revelación para cada cual. Si no lo es, no sirve de nada lo que los demás digan. Es como si de pronto se tuviera la certeza de algo y no hay dudas en tomar esa opción. Yo la tomé de esa manera, más por sentimiento y afectividad que por conciencia o experiencias. Y es de este modo cómo se aprenden las cosas en la vida: por vía emocional. Por algo se descubrió la inteligencia emocional, que considero que es la más importante. No soy capaz de tomar una decisión importante hasta que no me viene de pronto la luz un día, hasta que no llega una revelación y lo aclara. ¿Cómo se llega ahí? Por experiencias, sueños, la sabiduría del universo a la que se puede tener acceso sin saber cómo. No puedo dar un consejo: si uno tiene curiosidad ya le llegará y si no, es que quizá ese no sea su camino.
¿Se encuentra a favor del lenguaje políticamente correcto, de la doble terminación masculino-femenino en todos los casos?
Ahora mismo sí, porque hace falta nombrar lo femenino, que estaba sin nombrar. Lo que no se nombra no existe. En determinadas ocasiones, como cuando voy a misa y participo, me descubro utilizando el masculino para hablar de mí misma, y es que está tan inculcado en la sociedad, como es lo que nos han enseñado pues... se sigue repitiendo. Ahora mismo hace falta porque todavía la mujer no está en todos los ámbitos sociales, culturales y laborales. El lenguaje ha querido representar todo lo humano bajo el género masculino, considerándolo como si fuera un ente abstracto y no es así. El género humano está dividido en dos sexos: en machos y hembras, en hombres y mujeres. Por lo tanto, tiene que reflejarse en el lenguaje. Así, usar el masculino que englobe al femenino significa abolir la principal diferencia entre mujeres y hombres: el sexo. Si el lenguaje nombra la realidad, ha de representar que el género humano está dividido en dos sexos: hombres y mujeres.
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