mayo de 2019
Número 7
Arrabales del Orinoco
Por Carmen González García (ESPA II)
Caicara del Orinoco, capital del municipio Cedeño del estado Bolívar en Venezuela, es una de las puertas de la Guayana venezolana; pero no es una puerta elegante y bien estructurada como puede ser la puerta de Sevilla de Córdoba, era simplemente una pequeña ciudad, a la que se accedía mediante chalanas destartaladas que cargaban con lo que entendían necesario. Las gandolas eran colocadas en filera justo en el centro de la chalana [1] , y a sus costados los vehículos menores. A la chalana la arrastraba un pequeño barco dispuesto a un costado de la misma, el cual se las veía y se las deseaba para arrastrar sobre el agua del Orinoco [2] semejante peso, puesto que las gandolas en su gran mayoría iban cargadas casi siempre con más peso del reglamentario. Más carga, más ganancia ¿Y quién lo iba a revisar? …
Yo iba conduciendo mi camioneta pik-up Ford del 74 muy bien conservada, la que aparqué a un costado y en el centro de la chalana desde donde se podían tocar las barandas del barco de arrastre. Comenzaba el atardecer, alrededor de la cinco y media de la tarde cuando la chalana arrancaba su barco para remolcarnos. Los pasajeros podían ir de la manera que quisieran, aunque se recomendaba sentarse en un pasillo de estructura metálica que sobresalía de la chalana al costado contrario del barco de arrastre.
Me senté en el asiento metálico. Me esperaba un largo viaje de cuatro horas, de Cabruta de las Mercedes [3] a Caicara del Orinoco. Desde ese lugar podía observar cómo se alejaba la orilla polvorienta y el ranchito [4] de techos de zinc , a la vez restaurante de mala muerte y oficina de ventas de billetes de la chalana. Poco a poco se fue oscureciendo, sentía una mezcla de incertidumbre y miedo por el peligro que representaban el poco control del peso y las pocas medidas de seguridad con las que contaba aquel medio de transporte… ¡Era el único medio para cruzar el Orinoco en miles de kilómetros!
Tenía la ilusión de crear una empresa que me produjera el dinero que saciara la ambición típica de los años de juventud. Desde el asiento, la preocupación de madre joven se despertó y comencé a recordar a mi hija, que tenía en aquel entonces tres años. Fue aquella la primera vez que me separara tanto tiempo de ella, la dejé bajo el cuidado de su abuela paterna en Maracay mientras yo hacía la exploración de Caicara, en donde planeaba colocar el centro de ventas de mi futura empresa. Me vino a la mente el análisis de mi atrevimiento, ya que pocos días antes estábamos en Galicia (España), en un lugar completamente cómodo, sin peligros; pero en aquel entonces la aventura y la ilusión me movían. Embelesada en mi pensamiento no daba cuenta que ya el sol apenas se veía en el horizonte. Mi ensimismamiento se rompió con unos fuertes sonidos que provenían del agua. Parecía el grito agudo de varias mujeres, emergían del agua turbia lomos curvos con aletas entre rosáceas y plateadas a pocos metros de la chalana.
Pregunté asombrada a una mujer que me pareció autóctona de la zona y que iba sentada junto a mí.
¿Qué es eso?- señalando con el dedo.
Y respondió sonriendo:
-Son toninas [5] ; reconocen al que no es de estas tierras; vienen a darte la bienvenida.
Eran hermosos delfines de agua dulce. Hasta ese momento desconocía la existencia de los delfines de río, animales que me harían vivir momentos maravillosos en mi futuro… Inteligentes, nobles e incluso más humanitarios que muchos humanos. Me relató la mujer de la chalana que en infinidad de ocasiones las toninas rescataban a personas de los naufragios de las curiaras [6] , y , en especial, rescataban a los bebés. Continuó contándome que utilizaban sus hocicos para empujar a los náufragos hacia las vegas del Orinoco y que cuando se trataba de bebés los llevaban entre varias sobre su lomo. Permaneció durante un rato en silencio; y a todas estas, la noche se hizo dueña y solo lograba ver hasta donde alumbraban los faros del barco y un pequeño bombillo que colgaba del techo. Ella continuó relatándome con un tono desolador:
Algunos pescadores son tan ambiciosos y desalmados que asesinan toninas y las utilizan como cebo para atrapar la mayor cantidad de bagres carroñeros [7] que, a pesar de su bajo precio, en grandes cantidades representan grandes ganancias.
¡Qué horror!- contesté. Me quedé en silencio; no salía palabra alguna de mi boca. Y continuó explicándome:
-Yo he presenciado alguna de esas crueldades en las que he visto a algún coño e’ madre [8] fingir estarse ahogando para apuñalar de cerca al animal en el agua…
Brotaron lágrimas en mis ojos, viéndolas asomarse intermitentemente, como si en realidad me recibiesen con agrado.
Transcurrido un mes, instalé la empresa de cementos y materiales de construcción en
un galpón a las afueras de Caicara.
Fue entonces cuando conocí a Don Castellote. Me encontraba sentada en un pequeño escritorio que me servía de recepción y venta. Entró bajando por la rampa frontal en su Range Rover de color verde oliva, aparcó y se bajó del vehículo; dirigiéndose a mí, se presentó como José Castellote. ¡Cuánto me enseñó aquel caballero zaragozano!
Era un hombre con edad de jubilación, menudo de aspecto amigable, con cierto parecido a la imagen que se conoce como Don Quijote.
Me compró diez sacos de cemento Vencemos Pertigalete [9] y algunas cosas más. Se sorprendió de que una joven como yo se encontrara en Caicara y entablamos de inmediato una conversación, en la que le conté, que era reciente mi vuelta de España y él me comentó que hacía pocos meses había estado en Madrid y Zaragoza. Él se dedicaba al estudio de flora en la cuenca del Orinoco y tenía como afición visitar a quienes él llamaba sus hermanos, los indios Panare [10]. .
Entendí en poco tiempo por qué se dirigía a ellos como sus hermanos… Los mal llamados indios Panare, o E’ñepá en su lengua, son una etnia aborigen de la Guayana venezolana. No he tenido, hasta ahora en mi vida, el placer de conocer humanos más inocentes y menos egoístas que los Panares de aquel entonces…
En mi memoria tengo guardada una experiencia única, que gracias a Don Castellote pude experimentar: Un ritual a la luna en medio de mujeres Panare en el río Guaniamo. Un domingo salimos muy temprano de Caicara, Don Castellote me había invitado a conocer un grupo de Panares que tenía su residencia en unas churuatas [11] cercanas al Guaniamo.
Hacía seis meses que yo vivía en Caicara y la amistad con Don Castellote había ido en aumento; a diario él acostumbraba tomar un café conmigo en la venta de cemento; a menudo me deleitaba con un ramo de rosas de su propia cosecha. Y podía pasar horas relatándome la infinidad de aventuras vividas por él en todo el mundo; expresaba que aquel lugar retirado y falto de comodidades, era para él mejor lugar para existir. Sus hijos desde España a menudo le pedían que volviese, que no tenía la necesidad de vivir allí; sin embargo, él se negaba rotundamente a marcharse de Guayana.
Al atardecer de ese domingo, llegamos a la comunidad de la tribu de los E’ñepá , cercana al río Guaniamo. Cuando nos acercábamos a la aldea, los chiquillos rodearon el todo terreno. ¡Qué felices estaban todos!… Nos recibieron con mucha alegría, era para mí todo aquello totalmente emocionante, y yo reía sin parar.
En pocos momentos recogieron las mujeres sus macundales [12] y partimos hacia la orilla del río ; ellas recolectaron del medio de aquella selva algunas orquídeas [13] de color naranja pálido, cortezas tacamajaca [14] , ya que llevaban consigo un ramillete de semillas de moriche [15] ; al llegar a la orilla, todos los ingredientes los mezclaron con cenizas de una pequeña fogata realizada con esa intención y los machacaron sobre una gran piedra oscura; a continuación las Panares se colocaron en círculo y unas pintaban a otras grandes lunares por toda su piel desnuda.
Yo observaba la ceremonia a cierta distancia sentada en el suelo; cuando dos de ellas se acercaron a mí e intentaron retirarme la ropa, entendí lo que querían y me quité la camiseta; no me negué porque no sentía ninguna desconfianza; pintaron mi cuerpo con un montón de lunares; la gran mayoría se encontraban en el agua levantando sus manos hacia la luna. Dos de ellas, una a cada lado, me acompañaron a entrar en el agua, no me soltaban el brazo, y yo tampoco lo quería. Sentí miedo… porque apenas veía el río, cuando entré en el agua, mis pies sintieron algo liso que apenas se hundía y, a su vez, firme. Todo aquello fue indescriptible… Aunque a la mañana siguiente… me quería morir, cuando me enteré de que lo que se encontraba bajo mis pies era una anaconda [16] de gran tamaño digiriendo quién sabe qué bicho que terminó siendo su comida…
Después de aquello, fueron muchos los momentos inolvidables que tallaron en mí, experiencias de las que me siento privilegiada…
[1] Chalana, barco menor para navegar en aguas poco profundas; en ocasiones consta de barco y remolque
[2] El Orinoco es uno de los ríos más importantes del mundo por longitud y caudal (2.140 Km y algo más de 30.000 metros cúbicos), la extensión de su cuenca (un millón de Km cuadrados)
[3] Cabruta es una población del municipio Las Mercedes y capital de la parroquia del mismo nombre en Venezuela.
[4] Ranchito, vivienda humilde.
[5] Toninas, variedad de delfín de agua dulce, autóctono del río Amazonas y Orinoco.
[6] Curiara, canoa hecha de una sola pieza de madera ahuecada y tallada.
[7] Bagre, pez de agua dulce con cabeza muy grande, hocico obtuso, sin escamas y con bigotes; es común en ríos tropicales.
[8] La expresión Coño e´madre pertenece al vocabulario vulgar y designa a una persona de acciones y actitudes perversas.
[9] Vencemos Pertigalete es una fábrica de cementos de Venezuela, que fue muy reconocida en el pasado por su calidad en la consistencia de piedras utilizadas.
[10] Panares, etnia indígena venezolana ubicada en el extremo oeste del estado Bolívar y norte del estado Amazonas
[11] Churuata, vivienda indígena de grandes dimensiones, hecha de hojas de moriche, madera y barro.
[12] Macundales, conjunto de objetos personales.
[13] Orquídea, planta parásita, de flor de gran belleza.
[14] Tacamajaca, árbol tropical de gran tamaño, cuya madera se usa en la fabricación de canoas(curiaras), con corteza y resina medicinales.
[15] Moriche, árbol de la familia de las palmas originario de América intertropical, con tronco liso, recto y de gran altura; se extrae su pulpa para elaborar alimentos y licor y con sus hojas se fabrican los techos de las chozas o cuerdas para la fabricación de las hamacas (chinchorros)
[16] Anaconda, boa de gran tamaño no venenosa que mata por asfixia a sus presas, habita en ríos y alrededores de Amazonas y Guayana.
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