mayo de 2019
Número 7
En este artículo [1] reseñamos una obra de reciente aparición. Su título completo es El ejército de las sombras. Espías y guerrilleros republicanos en Córdoba durante la Guerra Civil (1936-1939). Su autor, Patricio Hidalgo Luque. Ha sido editada por Almuzara hace unos meses [2]. , y de su autor podemos decir que no es historiógrafo por formación. Sin embargo, es de estos buenos aficionados a la Historia, que, lanzados a practicarla, aún careciendo de la formación “estandarizada” y al uso, en el ejercicio práctico de la misma, siguen sus propios métodos llegando a plasmarlos en obras que tienen tanto rigor humanístico e historiográfico como las hechas por historiadores calificados como “profesionales”. En este caso, es coronel de Farmacia del Cuerpo de Sanidad Militar. Ya con anterioridad, publicó su celebrado libro “La Guerra Civil en Córdoba. Los bombardeos aéreos sobre la capital (1936-1939)”, y mantiene activa la página web www.guerracivilencordoba.es, donde publica otros trabajos de investigación de carácter historiográfico y centrados en este acontecimiento medular de la Historia de España en el siglo XX. Quizá al que más publicaciones se le han dedicado-con notable diferencia-, y que en palabras de un contemporaneísta [3] ya fallecido, “se seguirá hablando hasta al menos un siglo después de su conclusión”. Y en palabras de otro, aún vivo [4] , “no dejará de hablarse de él hasta que se produzca otro de iguales características y lo que es más probable, idénticos resultados”.
El coronel Hidalgo ha logrado dar a conocer y sintetizar una realidad historiográfica inherente al desarrollo de las acciones bélicas en la contienda civil de 1936-39 en Córdoba: la organización, acción y permanencia de espías y unidades guerrilleras activas en la provincia de Córdoba. Lo hace en una obra de 285 páginas, divididas en 16 capítulos más cuatro anexos documentales, mesurada, equilibrada, alejada de tópicos manidos y sectarismos alicortos. Tras una introducción que nos delimita el ámbito objeto de su estudio y un segundo capítulo que es un completo glosario de las frecuentes siglas empleadas a fin de no hacer más prolija la lectura del mismo, se inicia en el tercer capítulo describiendo las primeras operaciones de guerrilla y espionaje de ambos bandos en el primer semestre bélico y dejando de manifiesto la importancia estratégica de Córdoba capital durante ese periodo, así como los repetidos intentos republicanos por tomarla, gracias en buena medida a las acciones de espías y correos que entraban y salían de ambas zonas.
El autor reconoce que Córdoba fue una ciudad semisitiada y en condiciones muy difíciles, con repetidos sabotajes, más o menos exitosos, y constantes acciones de guerrilleros mejor o peor preparados. Con sonadas evasiones y más sonadas represalias por ambos bandos hasta el final del año 1936 en el que la ofensiva rebelde sobre Porcuna y Lopera avanza las líneas hasta la provincia de Jaén y en la zona republicana aparece el coronel soviético Ilya G.Starinov, máximo experto en guerrillas [5] , que crea un grupo de operaciones especiales recrecido con elementos de las Brigadas Internacionales, especialmente activo en los pueblos del valle del Guadalquivir y la Campiña. Al mismo tiempo, el SIM del bando rebelde desarrolló actividades de contraespionaje en las mismas zonas, por la intensificación de las acciones de sabotaje republicanas. Particularmente intenso en sabotajes a las líneas ferroviarias, fue el año 1937, pese a que las represalias sobre los ferroviarios fueron cuantiosas y despiadadas, aún cuando reconoce que los datos soviéticos pueden estar exagerados.
Describe profusamente la existencia de núcleos guerrilleros operativos durante todo ese mismo año 1937 entre la sierra Norte de Sevilla y las sierras de Córdoba, mejor o peor instruidos, pero sometidos durante todo ese año, a una auténtica caza, que les diezmó en innumerables combates. Con todo, el alto mando republicano planteó distintos proyectos de creación de unidades estables de guerrilleros en esas mismas zonas, hasta la constitución del XIVº Cuerpo, específicamente denominado como “de Guerrilleros”.
Con todo lujo de detalles técnicos se exponen y describen los sabotajes, principales acciones de los guerrilleros republicanos en los frentes cordobeses durante toda la contienda. Y de modo particular, distintos tipos de bombas-trampa y minas empleadas fundamentalmente en las vías férreas, uno de los principales objetivos aparte las posiciones en los frentes. Sobre las acciones guerrilleras y los combates sostenidos por éstos con las fuerzas rebeldes durante el año 1938, incide en las diferentes opiniones del alto mando a propósito de la efectividad de las medidas desarrolladas para contrarrestarlos. Es más, concluye que el general Queipo era mucho más optimista que Franco y el jefe de su servicio de información,-el Siglas del Servicio de Información y Policía Militar. Su homólogo republicano fue el SIEP- [6] -, coronel Ungría. El verano de 1938 fue particularmente activo en cuanto a incursiones guerrilleras republicanas en las sierras de Sevilla y Córdoba. Destacaron sobremanera dos acciones: el asalto al tren correo Villa del Río-Córdoba y por último, el intento de tomar Córdoba en septiembre de ese mismo 1938, pese a la pérdida de la importante bolsa de la Serena. Los cambios en el mando militar republicano habían sido consecuentes del repunte de estas acciones por su efectividad. Y, sin embargo, más allá de distintos combates y sabotajes, no se lograron avances. Ni qué decir cuando algunos de los asaltos en zonas de la Campiña acabaron con un rotundo fracaso. Porque, la ofensiva fue un fracaso, pero se lograron por parte del bando republicano, capturar algunas posiciones en el sector de Belmez-Las Peñas-mantenidas hasta el final de la guerra. Los agentes republicanos lograron una información bastante aceptable por los propios despistes de algunos de los oficiales rebeldes, si bien también hubo errores de bulto. El autor considera y no sin razón, que la información sesgada y errónea sobre una agrupación de tropas rebeldes en Cabra, pudiera ser la razón del ataque aéreo soviético del 7 de noviembre de 1938, perfectamente comparable [7] por sus efectos al bombardeo de Guernica por parte de la Legión Cóndor, año y medio antes. Es más, documenta abundantemente que el propio alto mando republicano fue informado sobre este error, que se intentó tapar a posteriori con más informaciones sesgadas cuando no falsas. No por ello, el mando rebelde estaba alertado por sus propios agentes y radioescuchas, y aún así, hubo emboscadas exitosas de los guerrilleros en otros sectores-como el de Porcuna, la zona del Guadalmellato e incluso la carretera de Almadén-.
Y sin embargo, la ofensiva de Extremadura, la última batalla como tal de toda la guerra [8] , fue el “canto del cisne” de las operaciones del XIVº Cuerpo. El retraso en el ataque republicano, con la suspensión del pretendido desembarco en Motril y las alteraciones de los distintos planes de ataque sobre Granada, llevaron a cambios en las órdenes a las partidas de guerrilleros en la sierra de Córdoba. Esta vez, el alto mando rebelde había estado a la escucha de las comunicaciones y había dispuesto medidas mucho más contundentes contra las, hasta entonces, siempre sorpresivas acciones guerrilleras. Es más, las informaciones interceptadas llevaron a los repetidos bombardeos aéreos rebeldes sufridos por Martos entre el 23 de diciembre de 1938 y 4 de enero de 1939 , habida cuenta de la concentración de fuerzas guerrilleras dispuestas para lanzar un ataque sobre la Subbética cordobesa y la localidad granadina de Montefrío. El alto mando rebelde se veía desbordado por la inminente entrada en acción de unidades guerrilleras en los frentes cordobeses. No tenía, ni suficientes agentes preparados, ni suficientes reservas de segunda línea. Y, sin embargo, siguió habiendo ataques en los cortijos de la Sierra de Córdoba, en la línea férrea Córdoba-Almorchón , y también en las aldeas y cortijos de las sierras de Priego y Luque, con resultados desiguales. El final de las partidas de guerrilleros del XIVº Cuerpo en los frentes cordobeses llegó en febrero de 1939. Muchos, al estallar el golpe de estado del coronel Casado y ser de comunistas, lucharon contra él, pereciendo en los combates en Madrid de marzo de 1939 o siendo la última escolta de Negrín. Los que huyeron, lucharon en la Resistencia francesa [9] o en la URSS, donde fueron diezmados [10]. Los que se quedaron, se enfrentaron a procesos penales por la vía militar.
Una vez concluida la detallada narración de las acciones guerrilleras, el autor dedica el capítulo 13 a la desarticulación de las redes del SIEP en Córdoba, acudiendo, no sólo a las fuentes documentales, sino a los testimonios, tanto de autores profesionales como de los propios protagonistas de los hechos [11] .Durante el final del verano y el otoño de 1938, distintas acciones del SIPM descabezaron a células y redes del SIEP en Córdoba capital, provincia y zonas aledañas de Jaén en manos rebeldes-Porcuna y Lopera-. Ni qué decir tiene que la más importante fue la desarticulada en Córdoba capital, trece de cuyos miembros fueron sometidos a Consejo de Guerra, condenados a muerte y fusilados en Cerro Muriano el 20 de enero de 1939 [12]. Y junto con ésta, la red de espías y cobertura de guerrilleros de la aldea belmezana de El Hoyo, sometidos a otro procedimiento similar, siendo fusilados seis de sus miembros en Córdoba-en la tapia del Cementerio de la Salud-, el 4 de marzo de ese mismo año. Poco después, cayó otro grupo en Fuente-Tójar. Incluso dentro de la Prisión Provincial, el SIPM logró información sobre los presos dedicados a actividades encubiertas, todavía a fines de 1938.
La obra propiamente dicha concluye con un análisis pormenorizado y con el empleo de estadística de producción propia comparativa entre las actuaciones del SIPM en la zona rebelde y del SIEP en la zona republicana entre julio de 1936 y febrero de 1939. El autor concluye que el SIPM tuvo más eficacia en labores de información y espionaje que en la lucha contra las partidas guerrilleras y que se le escatimaron medios para sus verdaderas necesidades. Mientras tanto, el SIEP creó redes de informadores y espías en Córdoba capital y provincia, por motivos ideológicos, familiares e incluso económicos. Sin embargo, la calidad y precisión de sus informaciones llevó a sospechar al alto mando republicano. Ni qué decir cuando dentro del bando republicano afloraron las críticas al papel de los comunistas. Bien distinta fue la actuación de los guerrilleros, cuya existencia fue ocultada por el gobierno republicano hasta que se hizo imposible. Como tampoco quedan dudas de la filiación comunista de sus integrantes, que suscitó los recelos de muchos militares republicanos que no lo eran. Aparte, que las unidades de policía militar del SIPM no eran tan numerosas ni estaban armadas como sus contrincantes unidades guerrilleras, peor o mejor entrenadas y mandadas.
Concluye el capítulo 15 con un hecho: que en el Ejército español, las enseñanzas de la Guerra Civil referidas a este tipo de unidades tardaron en adoptarse un cuarto de siglo y a día de hoy, con unas Fuerzas Armadas profesionales, sí hay un Mando de Operaciones Especiales muy bien estructurado.
En el capítulo 16 se alude, por un lado a que ni los guerrilleros republicanos, ni sus homólogos rebeldes hacían prisioneros durante la guerra y que, estudiados algunos casos de entre los guerrilleros investigados para la obra, ninguno fue fusilado después; sólo uno murió en la cárcel y la mayoría estuvieron en libertad,-ocultando su condición de ex guerrilleros-, en no mucho tiempo.
Añade varios anexos que rematan una obra sólida, bien construida, que nos dispone ante una realidad que, magnificada por unos hasta el disparate, sombreada y ocultada en mayor o menor medida por otros, ahí estuvo y en nuestra provincia tuvo una especial significación en nuestro último conflicto civil y armado. Desde luego que es una obra que aconsejo leer.
[1] Juan Aº. Muñoz Castillo es doctor en Historia Contemporánea y en la actualidad profesor de Geografía e Historia del IES “Alhakén II”. Dio clase en IES “Séneca” de 2008 a 2012.
[2] La primera edición, ya casi agotada, es la de noviembre de 2018
[3] El siempre polémico –y en palabras del profesor Cuenca Toribio, “eutrapélico y selvático”- Ricardo de la Cierva y Hoces (1924-2014). La cita es de su “Historia de la España Actual” de 1974.
[4] No olvidemos que, hasta la Guerra Civil de 1936-1939, se designó con el mismo nombre-y las pruebas están en cualquier biblioteca con fondo histórico anterior- a la Primera Guerras Carlista (1833-1840).
[5] Un personaje más que considerado como tal. Apodado “el soldado del siglo”-vivió 100 años-, participó en todas las guerras libradas por los ejércitos bolcheviques y soviéticos desde 1918 hasta su retiro.
[6] Servicio de Información del Ejército Popular-, si bien hubo otros servicios de información militares paralelos, en general, bastante más que copados y dirigidos por los asesores soviéticos.
[7] Técnicamente hablando, el bombardeo de Cabra fue mucho peor que el de Guernica, aparte las diferencias entre el caso de la villa vasca y el de la ciudad cordobesa.
[8] Porque los combates de la campaña de Cataluña, que se desarrolló casi al mismo tiempo, fueron de mucha menor intensidad. Y los partes de guerra una vez desmaquillados dan fe de ello.
[9] Es sumamente difícil encontrar en Francia una lápida con nombres o apellidos españoles de los maquisards –ese era su nombre- caídos ante las fuerzas de ocupación alemanas. Y sin embargo, fueron un tercio largo de los resistentes, además, bien fogueados y preparados. Muchos de los que no murieron en combate, lo hicieron en el komando de Gussen, uno de los campos del complejo de exterminio de Mathausen.
[10] Los guerrilleros que siguieron al coronel Ungría a la URSS fueron enviados a las peores misiones. Ni la décima parte-según información obtenida de fuentes rusas y alemanas- sobrevivió.
[11] Como fue el caso de José Mangas, cuyo libro autobiográfico “Siete años mal contados” tiene datos sobre sus acciones como guerrillero en la sierra cordobesa.
[12] En el ataque del día 30 fue herido el jefe máximo de los guerrilleros republicanos y del SIEP, el coronel Domingo Ungría, evacuado de urgencia a Valencia.
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