SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2019

Número 7
ISSN: 1988-9607
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modalidad A (Relato)

Jaime Aranda Luque, alumno de 3º ESO

INSOMNIO

El cuerpo inerte de Craig yacía sobre la acera de aquel oscuro callejón, derramando, lentamente, la sangre que contenía. Lejos, se escuchaban sirenas de coches y una voz que le suplicaba que siguiese consciente. Cerró los ojos.

Craig despertó aquella mañana como todos los días, con esa, ligeramente molesta, alarma de su teléfono móvil. No había dormido mucho. Seis y media. La hora que había programado la noche anterior. Comprobó que no tenía ninguna notificación. Se levantó enérgicamente de la cama, pegando un leve salto. Observó la calle desde la ventana, estaba casi desierta, cosa que le daba un cierto aire de misterio. La ciudad de Seattle era una de las más importantes del mundo, pero la sobrepoblación y la contaminación atmosférica hacían de ella una ciudad sombría, sobre todo los suburbios de ésta. Después de iluminar la habitación con una tenue lámpara, se dirigió a su escritorio y encendió el ordenador. Mientras se conectaba a la red, preparó un café, solo, como él prefería. Un breve sonido le indicó que el portátil había terminado de cargar. Rápido, se sentó enfrente de la pantalla y empezó a teclear algunos códigos para conseguir el acceso total, cosa que incluía algunos archivos encriptados. Llevaba ya bastantes días en esa investigación, y, ese día, viernes quince de febrero, año dos mil cuarenta y ocho, conseguiría llevar a cabo una de las mayores revoluciones de la historia.

Todo se remontaba tres años atrás, cuando él y su compañero de piso, Jonh, regresaban de una discoteca a altas horas de la noche. Craig se dió cuenta de que se había dejado el monedero en la barra. Lo recuperó fácilmente, pero lo que le dejó sin palabras, fue ver cómo una silueta abría a su amigo en canal con una enorme garra, y lo sujetaba encima de la espalda. De su boca sólo salieron unos balbuceos, lo suficiente como para que la silueta lo escuchase. Le dirigió una mirada fría, cargada de odio y amenazas. Craig supo que si se quedaba allí, lo más probable era que no saliese vivo de esa. Se giró, y empezó a correr. Lo único que escuchaba eran sus pasos. La cosa que había matado a su compañero, se lo cargó en el hombro, buscando una posición más ágil que en la espalda y lo empezó a perseguir. Craig pasó por delante de la discoteca, lo más rápido que pudo. Se metió por un callejón, pensando que esa criatura no cabría por ahí. Se equivocó. Tomó varias calles más. Entonces, empezó a llover. Craig ya no distinguía nada de su alrededor. Tropezó, pero había conseguido despistar a su perseguidor. Se levantó y se dirigió hacia su apartamento. Pero, de repente, una sombra le cerró el camino, saltando desde lo alto de un edificio. Era el asesino de Jonh. Corrió de espaldas, girándose más tarde. La sombra le adelantó. Justo cuando pensaba que le iba a atravesar con la misma garra que a su amigo, la criatura levantó la cabeza y, de un salto, desapareció. Pero Craig consiguió ver cómo la sombra se dirigía hacia el edificio de H.I.K.U Corporations, la marca más reconocida de producción alimenticia. Desde ese momento supo que algo oscuro estaba pasando ahí. Y tenía que descubrirlo. Por Jonh.

Desde aquel suceso, había estado investigando y profundizando perseverantemente, relacionando desapariciones y trágicos "accidentes". Hasta que, unos meses antes, había descubierto el verdadero transfondo de la empresa. Para conseguirlo, se coló dentro de la misma, cosa que no fue nada fácil, porque el edificio contaba con una increíble red de seguridad, pero los años de preparación y estudio, le sirvieron para algo. Sorteó cada pasillo, sala o sensor que pudiesen denotar su presencia. Así que, cámara en mano, se encaminó a una sala en cuya entrada un letrero señalaba: "Sala de Creación", y lo que vió, le impactó tanto...

Se trataba de personas. Personas conectadas a una inmensa telaraña de tubos. Craig continuó por la galería en la que se encontraba, viendo, con una sensación extraña, aquel espectáculo. Enfocó su cámara, conectada desde el principio, hacia los cuerpos. Hasta que reconoció uno: Jonh. Se quedó impactado, ver a su compañero en ese estado, después de haber visto cómo era asesinado, era algo impresionante. Obviamente, notó, como con todos los demás, que ese cuerpo no estaba vivo, pero tampoco en un estado de decomposición avanzado, cosa que sería lo más normal debido al tiempo que había pasado desde su muerte. Observó que los tubos conectados a su espalda sacaban un líquido ligeramente azul y metían uno blanquecino. Después de detenerse a contemplar el cadáver de su amigo, siguió por el pasillo, hasta que llegó a un ordenador, que parecía el central de aquella sala. La irónica soledad de la galería, le escamó un poco, aunque se intentó tranquilizar diciéndose a sí mismo, que esa empresa estaba, mayoritariamente, controlada por inteligencias artificiales. En la pantalla del ordenador brilló algo. Craig pudo leer un mensaje que informaba sobre unos vegetales y que habían acabado de ser producidos. Entonces, su privilegiada mente ató cabos y, comprendió, que aquella corporación se dedicaba a crear vegetales, es decir, cuerpos humanos sin noción del espacio o tiempo. Una fugaz idea cruzó su cabeza. Se le ocurrió la posibilidad de que la comida que producía aquella empresa no fuese otra cosa que carne humana artificial. Tenía que comprobarlo. Consiguió salir del edificio sin dificultad y condujo hacia su piso.

Llegó a la cocina y, corriendo, cogió un pedazo de carne de la marca H.I.K.U y lo puso en un plato. Tomó el plato y preparó su analizador, regalo de un cumpleaños. Metió la carne y esperó al resultado. Mientras tanto, se lamentó cómo no había podido imaginarse algo así. Los resultados no hicieron nada más que corroborar sus temores. Era carne humana.

Y allí estaba Craig, dos meses después, en la misma habitación donde decidió que debía publicar esas pruebas. Después de comprobar que los archivos que demostraban lo que descubrió habían sido enviados a tres de las editoriales de más divulgación del momento, cogió su portátil, lo metió en su mochila, se vistió y se peinó rápidamente, cogió sus cosas y salió del apartamento. Llamó a su amiga Sarah y quedó con ella, no sin antes pedirle perdón por la temprana hora, porque necesitaba explicarle lo que acababa de hacer, además de darle el pen-drive con las grabaciones.

Cuando la encontró, en la entrada de la Space Needle, la torre más importante de Seattle, le dió un efusivo abrazo y se dirigeron hacia una cafetería cercana.
Espera, espera, Craig, ¿hacia dónde vamos? -le preguntó Sarah-. Sabes que no me gusta que me lleven así a cualquier sitio.
No sé, a cualquier sitio donde podamos hablar tranquilamente.
Craig, ¿has dormido algo esta noche? -le isistió su amiga-. Tienes unas ojeras increíbles.
Eso ahora no importa, sentémonos aquí mismo -le contestó él, tomando una silla en la terraza de un bar.

Craig comenzó a contarle la historia de por qué la había citado y de lo que estaba a punto de acontecer. El camarero llegó, distrayendo momentáneamente la atención de ambos. Cuando Craig terminó de contarle todo aquello que había descubierto en los tres años anteriores, era un poco más tarde de las cinco. Sarah no podía salir de su asombro. En parte causado también por haberse enterado de aquella repentina manera del homicidio de Jonh.

Finalmente, decidieron dirigirse hacia el apartamento de Craig, para charlar un poco más sobre eso.
-  Pero, Craig -preguntó Sarah cuando ya estaban en el piso-, si ya has enviado todas esas pruebas a los periódicos, ¿por qué me necesitas a mí?
Por una sencilla razón. La cosa que mató a Jonh sigue ahí fuera y sabe que vi lo que ocurrió. Después de que se sepa todo eso, el principal sospechoso seré yo y, por eso, mi vida correrá peligro -hizo una pausa y añadió-, si algo malo me ocurriese, entrega todo esto al departamento de policía en un sobre anónimo. Por favor.
De acuerdo. Lo haré.
Pero, entonces, algo golpeó la ventana con mucha fuerza, haciendo que el cristal estallase en pedazos.
¿Qué está pasando? -exclamó Sarah-.
No sé, ¡corre! -le contestó Craig-.
Salieron lo más rápido que pudieron del piso. Y ahí la vió Craig. La criatura que mató a su amigo estaba en frente.
No puede ser...-balbuceó Craig- ¡Tú eres el demonio que mató a Jonh!

La cara de la silueta esbozó una leve sonrisa, dejando ver sus afilados dientes. Craig observó que era un poco más grande que una persona, en masa corporal superaba a cualquiera. Era un cíborg. Si cogía a alguno de los dos, lo podría simplemente aplastar con su fuerza. Le gritó a Sarah que huyese. Ambos tomaron una calle, pero Craig, la presa del cíborg, se separó de su amiga, yendo por una calle más ancha. Se dirigía hacia una fábrica abandonada que se encontraba cerca de allí.
Sarah se dió cuenta de que Craig no estaba con ella. Sacó rápidamente su móvil y marcó el número de emergencias.
Emergencias, dígame en que puedo ayudarle -contestó una voz masculina-.
¡Rápido, mi amigo está siendo perseguido por un cíborg, podría morir! -explicó ella-
De acuerdo, dígame su dirección.

Craig corría y corría. Entró en la fábrica y se dirigió hacia la azotea. Su figura, atlética, le permitió subir ágilmente las escaleras. Escuchaba cómo el cíborg subía por la pared de fuera, seguramente habría detectado su posición por los sensores infrarrojos de su visión. Cuando abrió la puerta de la última planta, se encontró con su perseguidor cara a cara. Consiguió escabullirse de su mortífero abrazo y se posicionó detrás de él.
¿Por qué? -preguntó- ¿Por qué una empresa como H.U.K.I. se dedica a algo así?
Mmm...Si te lo dijese te tendría que matar -dijo el cíborg con una grave y potente voz-. Aunque, te voy a matar de todas formas. Por el dinero. No sabes lo bien que se venden la carne y los órganos de los vegetales en el mercado negro. Y, las partes que sobren tienen un uso, el de alimentar.

La cara de Craig se tornó en una expresión de odio. Gritó. Corrió hacia el cíborg. Lo empujó hacia el borde de la azotea. A su contrincante le pilló de imprevisto. Cayó al mar. Pero antes hirió profúndamente a Craig con su garra.

Sarah vió caer una mole al agua. Supo que, al tratarse de un cíborg, se electrocutaría y moriría. Pero Craig era quien le preocupaba. Abrió la puerta de la fábrica y un cuerpo le cayó encima. Era Craig. Derramaba sangre por una brecha enorme en su pecho. Lo llevó hacia la acera del callejón. Las sirenas de la policía se escuchaban lejanas. Sarah luchó por contener las lágrimas. Le suplicó que siguiese despierto, pero él, con un hilo de voz, le contestó:
Da igual, la revolución ya ha empezado- y con un suspiro, murió.


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