mayo de 2007
número 0EL I.E.S. SÉNECA CONMEMORA EL 80º ANIVERSARIO DE LA GENERACIÓN DEL 27
José María de la Torre
Profesor de Lengua y Literatura
Una atronadora salva de aplausos y un grito de entusiasmo y alegría arrancó el recital poético que alumnos del I.E.S. Séneca de Córdoba llevaron a cabo el día 27 de abril para celebrar el 80º aniversario de la llamada Generación del 27 o Grupo del 27, además de recordar el 90º del nacimiento del poeta cordobés Ricardo Molina, sumándose de este modo a los actos que el Ayuntamiento de Córdoba desarrolló en
fechas pasadas para conmemorar dicha efemérides.
Con ilusión y una gran dosis de esfuerzo y trabajo, y tras incluso privaciones del tiempo de recreo, bajo la mano amiga de la profesora del centro Mª Dolores Ansio, que contó con la inestimable ayuda de Eugenio Alemany y de Mª Ángeles Cabrera, también profesores del I.E.S. Séneca, un nutrido grupo de alumnos y alumnas deleitó a profesores y compañeros, que habían concurrido a la biblioteca del centro, engalanada para la ocasión y ataviada con sus mejores joyas librescas.
A las 10,40 del día señalado comienza el acto, amenizado con exquisitas y célebres piezas musicales seleccionadas por Carmen Mª Carrasco y controlado por los “técnicos” Julián Campos Pérez, Antonio Canalejo Álvarez y Alberto Serrano Serrano. Tras un tiempo de silencio y unos guturales carraspeos prologales, la voz pura, lírica y segura de Lucía López Zurita fue presentando a los recitadores (cuyos nombres omito,
pues ocuparían el espacio de esta crónica) del río liberal, ceremonioso, idílico, bucólico, pastoral y culterano de Góngora, cuando en la sala sonaron las notas del “Soneto a Córdoba” y algunos versos de la “Soledad primera”. Después de tan luciente y gallardo aperitivo, viene el suculento plato del aleatorio, amoroso y místico Pedro Salinas; del
rotundo júbilo vital y la dirección contraria de Jorge Guillén; del alfarero moldeador y el espíritu extático de Gerardo Diego; del frenesí existencialista y la filología poética de Dámaso Alonso; del amor oscuro y telúrico, así como el surrealismo ético-estético de García Lorca; de la raíz arrancada de su tierra y el alma contradictoria y desesperanzada de Alberti; del verso ascensional, misterioso y un tanto sanjuanista de Altolaguirre; del zigzagueante verso surrealista de Prados; de la visión pánica y la solidaridad amorosa de Aleixandre; y de la proclamación de la existencia y el deseo de aprehensión de la realidad de Cernuda. Como postre, sirvieron el mejor verso elegíaco (aunque extemporáneo dentro del acto) de Miguel Hernández y la todavía poco conocida poesía
neorromántica y esteticista del cordobés Ricardo Molina.
Cuando el público estaba disfrutando de esos manjares, y más de un asistente, arrobado y enajenado, saltaron los ritmos estridentes de la campana que ponía fin a la primera sesión del recital poético. Sería la hora redonda en que todo está completo, como diría Jorge Guillén. Durante unos instantes, más de uno se creyó estar en el Parnaso o en la Arcadia de las bellas bucólicas. Por eso, profesores y compañeros se
acercaron hasta los verdaderos actores que habían hecho posible el recitado para expresarles sus parabienes y felicitarles por tan hermosa jornada lírica.
Enlace desde aquí con Recital poético (II) y con Recital poético (III)
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