SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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MELISA...Y SUS AMIGOS

Álvaro García Aragón
Alumno de 1º de Bachillerato

— Oye, Antecessor. Me he fijado en que te gusta mucho la carne. Además me usas a mí como herramienta para algunas de tus cacerías. Pero… ¿Qué más te gusta?—preguntó Melisa con gran curiosidad.

— Pues también me gusta la fruta… ¡E incluso la carne de otros como yo!

— ¡Pero Antecessor! Eso no está bien. Debes respetar a los que son como tú.

— Ya. Pero es que su carne está tan rica… Además, ¿qué te crees, que a ellos no les apetece comerme? —dijo Antecessor.

Ante esta respuesta, Melisa se quedó atónita. Nunca había visto nada parecido a aquello. ¿Cómo los individuos de un mismo grupo querían comerse unos a otros? Era la idea más atrevida y grotesca que ella había oído jamás.

Al darse cuenta Antecessor de cómo pensaba su pequeña amiga, se enfadó mucho y la arrojó fuera de la cueva, muy lejos donde nadie pudiese encontrarla.

Pasaron muchos meses, años, e incluso siglos, (tanto que Melisa se había puesto morenita del sol que le había golpeado su cuerpecito, al igual que Antecessor golpeaba a los animales para comérselos) aunque un día pasaba por allí otro individuo.

— "¡Qué guapo!" —pensó Melisa al verlo.

Nada de lo que ella había visto poseía tanta belleza como aquel ser. Su aspecto era rígido pero frágil al mismo tiempo y sus músculos eran fuertes, tensos, bien formados. Melisa no pudo contenerse y se presentó.

Estuvieron habando largo y tendido, Melisa se enamoró de su atractiva inteligencia. Era tan inteligente que sus anteriores amigos se contemplaban como un simple nubarrón en el fondo de sus recuerdos. Se llamaba Sapiens.

Gracias a Sapiens, Melisa descubrió la gran sensibilidad que un ser como él puede almacenar. Aprendió a comprender algo que ella denominó “cultura simbólica y espiritual”, que Sapiens manifestaba a través de pinturas, dibujos en las paredes, su fiel creencia en la naturaleza y en el mágico poder de esta. Era increíble la forma en que él razonaba y meditaba todo, a la vez que ayudaba a Melisa a comprender y a entender todo el mundo que les rodeaba.

Melisa era tan plenamente feliz que le hizo cumplir la promesa de que nunca la abandonaría. Sapiens, para hacerle ver que la cumpliría, le presentó a algunos de sus familiares, llamados Neanderthal y Sapiens Sapiens.

Así se forjó una de las amistades más sólidas y verdaderas que haya existido de la unión de la naturaleza.


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