SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2009

número 2
ISSN: 1988-9607
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LO QUE SABEN LOS BOSQUIMANOS

La siguiente historia y también la de "Melisa.... y sus amigos" se corresponden con un trabajo realizado para la clase de filosofía. El objetivo era explicar los procesos de hominización y humanización, es decir, la evolución del ser humano, de forma creativa.

Nieves Marín Cobos
Alumna de 1º de Bachillerato

Sin embargo, ni siquiera la buena mujer que era mi hermana fue capaz de lidiar con la eternamente difícil etapa de la adolescencia. Formó un grupo, podría decirse, peculiar. Entre ellos se transmitían todos los conocimientos que iban adquiriendo, con especial atención a los opuestos a la ley de la escuela. Este sentimiento anárquico tenía sus consecuencias buenas y malas. Es verdad que se independizó del medio y de sus caprichosos cambios, pero también cabe recordar que un día llegó a casa con un mechero y quemó gran parte de los muebles que con gran esfuerzo había fabricado.

Ya se sabe lo complejo de la adolescencia. Hay demasiados hechos que marcan y resulta complicado dilucidar cómo influyen unos en otros. Cuáles aparecen primero, cuáles se desarrollan con posterioridad. Además, con el paso del tiempo los recuerdos se emborronan y confunden con facilidad.

Me parece que ella era ya bastante inteligente, como sus congéneres, lo que les llevó a crear una técnica para sobrevivir a la hostilidad del mundo y de la sociedad que formaban, así como a controlar su ambiente. Estos amigos le transmitieron las bondades de la dieta omnívora, en contra de la tradicional alimentación vegetariana que ella había llevado hasta entonces, le enseñaron lo necesario para asegurarse provisiones y no tener que vagar por todos los supermercados cada vez que le apetecía comer, y, como estas, otras propuestas de rebeldía. Su inteligencia se incrementaba compensando la vulnerabilidad de un cuerpo cada vez más atractivo.

Por aquel entonces, tuvo lugar uno de los acontecimientos más maravillosos que he presenciado en mi larga existencia. No podía imaginarme, cuando los veía comunicarse con gestos sin sentido a modo de jerga sectaria, que acabarían creando un código simbólico, un lenguaje por el que asignarían sonidos a objetos y acciones. Palabras lo llamaban.

Esta novedosa forma de comunicación se reveló como increíblemente eficaz y les confería una auténtica ventaja en un entorno en el que podían hasta haber perecido. Ya lo he mencionado antes. Somos una gran familia en constante transformación.

Su grupo, tal y como hicieran sus juegos con las piedras años atrás, se sofisticó. Tras su paso por la universidad, donde su lenguaje se amplió al mismo ritmo que sus conocimientos, se establecieron en un edificio muy alto, de siete pisos. El más fuerte, acompañado por el que les proporcionaba historias para entender lo que consideraban incomprensible, habitaba la buhardilla. Y así el edificio estaba organizado de mayor a menor importancia en el entramado social según se descendían los pisos. Esto se debía a la distribución de tareas que hicieran, aunque todos coincidían en una: dañar a mi hermana.


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